Seamos sinceros. Cuando parece que todo va mejorando, todos hemos tenido en algún momento miedo a las tan temidas recaídas por ansiedad. No queremos volver atrás –ni qué decir tiene pensar que podemos llegar incluso a una situación peor que antes- y que la ansiedad regrese y vuelva a dominar nuestras vidas, sobre todo si aparece de forma inesperada. “Cualquier cosa menos eso, por favor, sería terrible”, solemos pensar.

El primer paso que debemos aprender es a diferenciar entre caída y recaída.

Una caída es un hecho puntual de ansiedad. Por ejemplo, ante una situación de exámenes, es lógico que aparezca ansiedad (adaptativa). O incluso en un momento puntual puede que aparezca una pequeña crisis de ansiedad. Podríamos hablar de un pequeño tropiezo, que nos puede ocurrir a todos. Es algo normal e inevitable. Solucionar los problemas de ansiedad es un proceso que no es lineal, por lo que estos pequeños tropiezos forman parte del aprendizaje (y si no, recuerda, ¿no conseguiste aprender a montar en bicicleta cayéndote varias veces?).

De igual forma, en este momento tenemos que tener en cuenta también un aspecto clave como punto de partida: la ansiedad no es nuestra enemiga, ni por tanto nuestro objetivo debe ser eliminarla por completo. La ansiedad es una emoción adaptativa, que nos ayuda a sobrevivir, por tanto, es normal que vuelva a aparecer en algún momento de forma puntual en nuestro día a día. Ahora bien, si aparece de forma frecuente, intensa y duradera sí que tenemos que gestionarla o manejarla, puesto que ya se convierte en desadaptativa (en un problema de ansiedad).

Una recaída por ansiedad, por el contrario, ya es una situación más estable en el tiempo. Podríamos decir que son varias caídas repetidas en un breve espacio de tiempo.

Ahora bien, ¿por qué aparecen las recaídas por ansiedad? ¿Por qué llegamos hasta este punto? Es muy frecuente que cuando vemos que “ya estoy bien”, se nos olviden las estrategias que nos ayudaron a solucionar el problema porque “ya no las necesito”. Y en este punto es necesario recalcar una idea clave: las estrategias aprendidas nos van a servir siempre a lo largo de toda nuestra vida, no son una “muleta” temporal a utilizar sólo en caso de emergencia. Por tanto, en la mayor parte de las ocasiones, básicamente, las recaídas se producen porque dejamos de utilizar las estrategias de afrontamiento aprendidas y volvemos a comportamientos previos al primer episodio. Y, después del primer episodio, es habitual que adoptemos una actitud negativa ante lo sucedido: “Otra vez he vuelto atrás, todo el esfuerzo que he hecho no sirve para nada, nunca conseguiré superar el problema…”, lo cual puede facilitar que aparezcan nuevos episodios, retroalimentando el proceso (“Si ya total..”).

Pero tenemos una buena noticia: las recaídas por ansiedad son reversibles, se pueden solucionar. Basta con prever que puedan ocurrir (saber qué las desencadenan) y estar “preparados/as” de antemano con nuestras estrategias de afrontamiento para manejarlas de forma eficaz, o bien, cuando ya han ocurrido, darnos cuenta, analizar y aprender por qué han vuelto a aparecer nuevos episodios, no adoptar actitudes negativas y volver a utilizar las estrategias para prevenir que surjan de nuevo.

En definitiva, las recaídas no implican un paso atrás irreversible ni volver a empezar de cero, puesto que ya nos hemos enfrentado antes a un episodio similar (y con éxito). Si ya superaste la ansiedad antes, ¿por qué esta vez iba a ser diferente?

 

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