¿Cuales han sido mis principales aprendizajes sobre la ansiedad?

Mi primera vez fue en un tren. Salía de trabajar y como todos los días hacía acudí a la estación de Chamartín para regresar a casa. Quien iba a decirme entonces que lo que ocurriría esa tarde marcaría de manera crucial el transcurso de mis próximos años y probablemente de mi vida. Fue mi primera vez, mi primer ataque de pánico, la primera vez que sentí que perdía el control de todo, cuando todo estaba controlado, la primera vez que sentí que me moría sin morirme. Esa primera vez desembocó en negarme a que hubiese una segunda, lo que conllevó que un tiempo después hubiese un diagnostico de por medio: agorafobia. Por entonces estudiaba psicología y algo que me abrumaba constantemente era la cuestión: “¿ Cómo voy a poder atender pacientes con este problema?”. Hoy, tiempo después , con diversos aprendizajes de por medio, me doy cuenta de que mi mayor quebradero de cabeza se convirtió también en un poderoso material para poder comprender a la gente que acude a consulta y por ende ejercer mi profesión. Por eso, por mi propia experiencia, hoy escribo un blog más personal, donde plasmar 5 aprendizajes sobre la ansiedad que nunca olvidaré y que me resultaron muy útiles en mi propio proceso:

La Aceptación

En primer lugar, en de mis principales aprendizajes sobre la ansiedad, debí aceptar la idea de que algo que había ocurrido, algo que implicaba un planteamiento en mi manera de vivir y posicionarme frente al mundo y que no podría extirpar y hacer como si nada . Hablo de aceptación, que no resignación. Y es que como viene a decir Rubén Casado en su libro “Agoraqué” si “curarte” significa vivir como si nada hubiese pasado, entonces no, la curación no es posible, si por el contrario “curarse” significa desarrollar una vida donde el miedo no sea el que mande ¡tenemos buenas noticias!. Es posible que ahora te estés preguntando : “Entonces, ¿nadie me garantiza que dejen de darme ataques de pánico?” La respuesta es no, ni tu, ni yo, ni alguien que no ha sufrido jamás una crisis de ansiedad está exento de poder sufrirla. Ocurre que cuando comienzas un camino de trabajo y entendimiento con la ansiedad , el miedo a sufrirlo disminuye o desaparece y por ende las crisis también. Aceptar lo que me ocurría fue lo que permitió emprender un camino de trabajo, donde mi actitud e involucración en el proceso iban a jugar un papel crucial en la recuperación.

“No soy mis pensamientos”

Recuerdo que aprender esto redujo significativamente el miedo que me tenía a mi misma. Cuando experimentamos un alto nivel de ansiedad es común que nos invadan pensamientos angustiantes, donde van escondidos mensajes catastrofistas que nos invitan incluso a plantearnos nuestra propia salud mental. Hablamos de un círculo vicioso donde alimentamos de manera constante nuestra ansiedad. Tenemos un pensamiento que etiquetamos como “no normal”, nos angustiamos por ello, generamos ansiedad, la sentimos y el síntoma nos preocupa aún más. Otra vez tenemos buenas noticias, y es que esta cadena es destruible. Será importante trabajar el dejar de juzgarnos tan severamente ( y tan equivocadamente), entender que el pensamiento es eso, un pensamiento, nada más, y que puede estar ( y en estas ocasiones prácticamente siempre lo está) muy alejado de la realidad (piensa si has llevado a cabo o se han hecho realidad todos los pensamientos que has tenido a lo largo de tu vida: la respuesta es NO) Es curioso observar que cuando dejas de darle veracidad absoluta y dejas de preocuparte porque este tipo de pensamientos sean sinónimo de estar perdiendo la cabeza, estos acaban por desaparecer. Nuestro cerebro nos engaña , busca respuestas constantes y no le gusta el desconocimiento. Si traducimos este tipo de pensamientos como enigmas a resolver , el cerebro dará vueltas sin parar sobre ello, cuando aprendemos a discriminar y a no atender, no habrá nada que resolver, por lo que el cerebro dejará de querer buscar respuestas. Generamos esos pensamientos porque tenemos miedo y tener miedo no tiene nada que ver con eso que entendemos como locura.

Los ataques de pánico no aparecen “por arte de magia”

Otro de mis aprendizajes sobre la ansiedad. Existe la percepción equivocada de que el pánico nos invade de golpe, sin que podamos hacer nada para remediarlo, de que es algo que no tiene motivo ni porque… Nos decimos a menudo “va a darme una crisis“, como si nos fuera a poseer un inmenso mal en cualquier momento, sin avisar. Claro está, que esta idea nos deja “fuera de juego” en una posición donde no podemos hacer nada más que esperar a que aparezca y aguantarlo. Conocer el mecanismo del miedo, o más bien, del miedo al propio miedo, me ayudó a comprender cuál era el recorrido previo a una crisis de pánico y poder gestionar así los pensamientos que me llevaban a ella.

No hay más allá

Algunas de las frases que me repetía tras haber experimentado una crisis de pánico eran: “menos mal que he conseguido salvarme“, “si hubiera seguido subiendo mi ansiedad no hubiera podido soportarlo“. Si nos ponemos a analizarlo, siempre tenemos esa sensación de “menos mal que esta vez….” y resulta que esa vez nunca acaba ocurriendo. Y es que, no hay más allá, eso fue un aprendizaje sobre la ansiedad fundamental. Hay un límite en los niveles de ansiedad que podemos experimentar, no subirá infinitamente, y esa sensación de pánico que experimentamos es todo lo que podemos sentir, nada más.

La inactividad alimenta las fantasías y pensamientos catastrofistas

Uno de los aspectos que observé durante mi proceso y que he podido observar en los pacientes que he conocido, es el aumento de pensamientos negativos y catastrofistas que aparecen cuando dejamos de hacer cosas. Y es que, ese lugar empieza a ser ocupado por pensamientos a cerca de lo que ocurriría si lo hubiésemos hecho, y otra cosa no, pero fantasear se le da de miedo a nuestra mente ( nunca mejor dicho). Cuanto más dejo de enfrentarme a ese estímulo que me provoca ansiedad más fantaseo con ello y más miedo creo. Y es que en nuestra fantasía pueden ocurrir un millón de cosas , pero la realidad nunca, nunca, acaba siendo tan macabra.

Una de mis experiencias en AMADAG fue la de conocer y entrevistar a ex pacientes que habían pasado por consulta. Por entonces aún buscaba una fórmula secreta que me ayudara a dejar de sentir ansiedad. Y es que preguntamos trucos a personas que han pasado por nuestro camino, buscamos en foros de internet con el objetivo de encontrar esa frase, ese consejo que nos haga dejar de sentir todo eso que nos desagrada tanto. A lo largo de mi proceso terapéutico descubrí que nadie podría darme esa receta secreta, que no habría un foro, un blog, ni una persona que haría que todo cambiase de un momento a otro. Que se trataba de un paseo mucho más profundo por mi propia persona y mi manera no solo de concebir la ansiedad, sino la vida. Por eso este blog tampoco, por supuesto, es la receta, y decir lo contrario solo sería vender humo. Si pretendo, por el contrario, que mi propia historia pueda ser un chute de positividad realista y esperanza.

Mentiría si dijera que si pudiera volver a empezar elegiría tener un trastorno de ansiedad, pero también mentiría si dijera que cambiaría todo lo que ha pasado, y es que hubo algo que esos ex pacientes me dijeron que verifiqué con el paso del tiempo: “cuando puedas ver todo esto con otra perspectiva, agradecerás a la ansiedad por todos esos cambios y aprendizajes personales que te invitó a hacer“.

Decía un paciente en una terapia grupal, que agradecía a su padre por haberle enseñado a disfrutar oliendo una flor y supongo que algo así siento yo, y algo así me enseño ella.

 

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