Seguro que conoces la existencia de los antidepresivos, un tipo de psicofármaco ampliamente comercializado para el tratamiento de la depresión y la ansiedad; quizás te hayas percatado de que están a la venta sin receta médica comprimidos de triptófano que se anuncian a veces como reguladores del estado del ánimo. Antidepresivos, triptófano… te preguntarás, ¿qué tienen en común estos dos remedios en forma de pastillas? Pues que ambos se basan en un neurotransmisor llamado serotonina, al que se le atribuyen a día de hoy una amplia variedad de funciones en el cuerpo humano. De hecho, muchas personas consideran la serotonina como el químico de la felicidad, debido a que contribuye al bienestar. Pero tengamos en cuenta un dato: cada año que pasa, en España, y en muchos países de la Unión Europea, el consumo de ansiolíticos y antidepresivos sigue creciendo a la par que aumenta el número de personas diagnosticadas con ansiedad y depresión. Es entonces cuando nos cuestionamos, ¿por qué estos fármacos se consumen cada vez más y los casos de depresión en vez de disminuir, aumentan? ¿Es la serotonina la hormona de la felicidad?
Serotonina para principiantes
• La serotonina es el resultado del triptófano, un componente de proteínas, combinado con triptófano hidroxilasa, un reactor químico. Juntos, componente de proteínas y reactor químico, forman la serotonina, cuyo nombre científico es 5-hidroxitriptamina (5-HT).
• Está presente en todo el cuerpo, pero se encuentra principalmente en el cerebro, los intestinos y las plaquetas sanguíneas.
• El cuerpo la usa para enviar mensajes entre las células nerviosas.
• De ella se ha dicho que parece jugar un papel influyente en una variedad de funciones físicas y psicológicas: en el estado de ánimo, las emociones, el apetito y la digestión, así como a la regulación de los ciclos de sueño-vigilia y el reloj biológico por ser un precursor de la melatonina.
• La serotonina no es propia únicamente del ser humano, también está presente en otros organismos como los animales, las plantas y los hongos.
• Los científicos creen que puede tener un impacto en: el metabolismo óseo, la salud cardiovascular, la salud de los ojos, la coagulación de la sangre, o en trastornos neurológicos. Sin embargo, la relación entre la serotonina y muchas funciones del cuerpo todavía no es clara.
Tratamiento de elección para la depresión
Tradicionalmente a la serotonina se le han atribuido propiedades relacionadas con la tranquilidad, la relajación y el bienestar. Y aunque la comunidad científica aún no haya podido resolver el enigma de qué variable o variables causan concretamente la depresión, existe la teoría de que se debe a un desequilibrio de neurotransmisores en el cuerpo. Es lo que se denomina depresión endógena: una depresión con un origen biológico, que guarda relación con la heredabilidad o predisposición genética, y que no suele relacionarse con acontecimientos vitales estresantes y/o negativos.
Basándose en esa premisa, durante décadas la comunidad científica ha realizado incansables investigaciones acerca de la actividad química cerebral en relación con el problema de estado de ánimo depresivo que padecían las personas estudiadas. Muchos de esos estudios llegaron a obtener resultados en los que cuando se utilizaban inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) las personas decían sentirse más aliviadas. ¡Et voilá! Terminaron aceptando el uso de ISRS como el tratamiento de referencia para la depresión, entre otros problemas psicológicos.
¿Qué es lo que se supone que sucede en nuestro organismo? para que llegue a nuestro cerebro la información que percibimos de nuestro entorno, y podamos procesarla, para después dar una respuesta acorde con ello (por ejemplo, percibir que hace frío y entonces acordarnos de dónde hemos dejado la chaqueta, dirigirnos a por ella, agarrarla y vestirnos) necesitamos que nuestras células nerviosas se comuniquen unas con otras a través de circuitos gracias a los neurotransmisores. Para que nos entendamos, ¿te imaginas una cadena humana trabajando conjuntamente para trasladar una serie de paquetes de un lugar a otro? Pues es algo parecido: la cadena que forman entre todos sería el circuito, las personas mismas serían las células nerviosas, los paquetes que viajan de mano en mano sería la información, ¿Y los neurotransmisores? El movimiento que ejercen los brazos de cada una de las personas para acercar el paquete a las manos de su compañero contiguo.
En el caso de la depresión se estima que, la cadena está formada, las personas están bien colocadas y los paquetes están presentes, el problema es que faltaría esa fuerza (la serotonina) para moverlos de unas manos a otras. Se concluyó que el organismo absorbe demasiada serotonina y no deja la cantidad suficiente para que haya fluidez en las conexiones que transportan cierta información.
Por eso los ISRS o antidepresivos (como por ejemplo la fluoxetina, sertralina o escitalopram) son los psicofármacos de referencia a día de hoy, ya que provocan que nuestro organismo no absorba tanta serotonina, dejando que circulen niveles más altos por el circuito, y de esta manera, siguiendo con la analogía, nuestras personas tengan más fuerza y energía para movilizar los paquetes.
¿La hormona de la felicidad?
Uno de los problemas a los que los investigadores se han enfrentado es que, aunque pueden medir los niveles de serotonina en el torrente sanguíneo, no pueden medir sus niveles en el cerebro. Así que no saben si los niveles de serotonina en el torrente sanguíneo reflejan los del cerebro, por lo que a su vez, es imposible saber a día de hoy de qué manera realmente los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina están afectando al cerebro.
Así que el debate con el que nos encontramos es que la relación entre la depresión y la serotonina sigue aún sin aclararse.
De igual forma que en muchos estudios se ha inferido que los ISRS influyen sobre la serotonina cerebral, porque las personas aseguran sentirse más aliviadas con respecto al estado depresivo, hemos de tener en cuenta otros efectos colaterales que este tipo de psicofármacos pueden provocar, ya que actúan sobre nuestro sistema nervioso: sequedad en la boca, náuseas, dolores de cabeza, nerviosismo, inquietud, problemas para dormir, o problemas sexuales.
Es en este intento de aclarar y hacer públicos los efectos colaterales de los ISRS es en lo que trabaja David Healy, una de las voces más críticas y autorizadas frente a las prácticas de las compañías farmacéuticas, principalmente en el campo psiquiátrico. David Healy actualmente es profesor de psiquiatría en la Universidad de Bangor en el Reino Unido, psiquiatra, psicofarmacólogo, científico; ha escrito varios libros y es autor más de 150 artículos que fueron revisados por la comunidad científica y de otros 200 publicados en revistas especializadas.
Healy lleva muchos años en esto, y a raíz de sus investigaciones y contacto con la comunidad médica y farmacéutica. A pesar de tener muchos detractores, cuestiona la seguridad de estos fármacos y su verdadera eficacia, así como abandera la idea de que ciertos estudios científicos son financiados por las farmacéuticas, generándose un conflicto de intereses que nunca se declara.
Ya en 2005 en una entrevista para el periódico El País, Healy afirmaba haber encontrado riesgos en este tipo de psicofármacos, riesgos de los que nadie habla. Y ante la pregunta acerca de cómo es posible que esta nueva clase de antidepresivos haya llegado a ser un auténtico tratamiento estrella él respondía “Un fármaco poco potente puede funcionar frente a placebo, no es necesario que un medicamento demuestre que es mejor que los antiguos para tener un lugar en el mercado. Una vez que ya está disponible, el departamento de mercadotecnia de la compañía farmacéutica puede disimular los malos resultados y los datos inconvenientes y centrar la atención exclusivamente en los hallazgos que encajan con sus propósitos”.
Como en el caso de otros investigadores similares, nadie ha rebatido científicamente sus conclusiones. Tampoco ha sido demandado por ninguna farmacéutica.
Para quien tenga más curiosidad acerca de las fuentes consultadas, os dejamos los enlaces:
Entrevista El País
Editorial del British Medical Journal escrita por David Healy (traducida al castellano)
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