Todos en algún momento hemos tenido el sentimiento de que por más intentos que hiciéramos por conseguir un objetivo o simplemente escapar de una situación desagradable no éramos capaces de conseguirlo. Es en ese momento cuando llega a nosotros la sensación de derrota, impotencia, falta de energía para seguir adelante y terminamos dándonos por vencidos. Pero ¿qué sucede cuando esto se convierte en la tónica de nuestro día a día y nos limita a la hora de afrontar diferentes situaciones? es en este momento cuando hablamos de indefensión aprendida.

¿Qué es la indefensión aprendida?

Este principio se sustenta en el estudio desarrollado en los años 70 por Martin Seligman y su interesante Teoría de la Indefensión Aprendida, en la que muestra que cuando a una persona o animal se le somete a una situación negativa de la que no puede escapar, aprende a no luchar contra ello, es decir, mantiene una actitud de indefensión aunque las condiciones cambien y haya posibilidad de dar una respuesta de escape o huida.

Generalizando el termino propuesto por Seligma a nuestro día a día, estaríamos ante un estado psicológico que se va a manifestar cuando una persona vive de manera reiterada situaciones ante las que empieza a sentir que sus conductas o comportamientos no le permiten conseguir aquello que anhela y además siente la incapacidad de hacer algo diferente al respecto.

Es decir, es una actitud de “tirar la toalla” porque creemos que nuestro problema no tiene solución y si la tiene nos vemos incapaces de acceder a ella, de buscar y realizar conductas alternativas. Esto provoca una sensación de falta de control sobre el ambiente, percibiéndolo como incontrolable, aunque este cambie.

Cuando la indefensión aprendida se instaura es muy característico un patrón de conductas en la persona centrado en:

• Paralización y pasividad ante lo que ocurre
• Bloqueo mental ante situaciones que requieren una solución
• Pensamientos y creencias irracionales sobre su propia valía o capacidad de afrontamiento de las situaciones
• Necesidad de huir de los problemas
• Evitación
• Aislamiento
• Desgana y apatía

Esta extrema falta de motivación va minando la autoestima del sujeto y en casos extremos pueden surgir síntomas de ansiedad y depresión.

¿Cómo trabajamos la indefensión aprendida?

Como ya hemos descrito, estamos hablando de un comportamiento aprendido, y por tanto puede ser modificado. Para conseguir el cambio va a ser importante conseguir el aprendizaje de comportamientos alternativos que nos ayuden, poco a poco, a sentirnos capaces por nosotros mismos de cambiar las situaciones complicadas que surgen en nuestra vida. Es decir, adquirir nuevas herramientas o habilidades que nos ayuden a afrontar y conseguir nuestras metas.

Además, otras conductas o actitudes que pueden ayudarnos frente a este fenómeno son:

Aprender a elegir nuestros pensamientos. No se trata de instaurar una conducta de lucha para que desaparezcan nuestras emociones o pensamientos negativos, sino de ver las cosas desde otra perspectiva para ser conscientes de esos pensamientos y emociones y tener la posibilidad de enfocar nuestra visión del mundo y de nosotros mismos de una manera diferente.

Cuestiona tus habilidades. Quizás llevas mucho tiempo haciendo o pensando lo mismo sin cuestionártelo. Empieza a preguntarte por qué no vas a poder, si tu miedo es real, qué mensaje guarda esa emoción tan intensa que te bloquea.

Busca y valora tus alternativas, más allá de tu zona de confort.

• Por último, si crees que estás en un momento en el que no consigues salir y avanzar en tu malestar, busca ayuda de un profesional.

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