Los seres humano aparte de ser seres racionales, hay que añadir a esta característica común que también somos seres emocionales. Es decir, nacemos con la capacidad de poder sentir y experimentar cualquier tipo de emoción, ya sean agradables o desagradables. Nuestro cuerpo, nuestra mente están altamente capacitados para viajar por el universo de las emociones y dejarnos sentir en todo su esplendor las sensaciones y activaciones que cada emoción lleva consigo. Hoy hablamos sobre el síndrome de la desconexión emocional.

La conexión cuerpo-mente nos permiten experimentar todas y cada una de las emociones debemos verla como una importantísima fuente de información necesaria que llega para así poder interpretarla, entender qué es lo relevante, tomar decisiones, crear vínculos y sobretodo entendernos a nosotros mismos. ¿Qué ocurre cuando se establece esa conexión? ¿Qué sucede cuando desconectamos de nuestras propias emociones?

Desconexión emocional

Se considera desconexión emocional a la dificultad para identificar y experimentar las emociones. Es decir, dejamos de sentir afecto, se produce una brecha entre nosotros y nuestras emociones tan grande que se traduce en una falta de empatía hacia los demás. Si no me dejo sentir, no puedo sentir hacia los demás.

Esta desconexión nos convierte en “zombis emocionales” que nos hacen ir en piloto automático sin percatarnos de lo que sentimos. Se separan las ideas o los pensamientos de los sentimientos asociados. Y es que las emociones son muy importantes. No se trata de vivir en la emocionalidad sino de entender que las emociones son indicadores, son como alarmas o señales de lo que nos está sucediendo internamente.

Con la desconexión, digamos que, el ciclo emocional se interrumpe, ocurre cuando comenzamos a notar que algo nos está pasando, pero enseguida “tiramos del enchufe”, sin ser conscientes de ello. En la desconexión puede haber represión o bloqueo emocional, negación de lo que estamos sintiendo o desconocimiento de nuestras propias emociones.

Anestesia emocional

La idea es buena: si hay dolor, busquemos como eliminarlo. Pero esto no va bien con las emociones. Desconectar de lo que sentimos es bueno y necesario a veces, pero no tanto si lo tomamos como costumbre y se dilata en el tiempo. Sería como seguir con la anestesia puesta porque nos viene bien una vez que tuvimos que pasar por el quirófano. No notar lo que sentimos nos deja sin referencias sobre nuestro mundo interno y sobre los demás. Puede pasarnos esto con algunas emociones en particular (ejemplo: la ansiedad), lo que también es un problema. Lo que sentimos hemos de notarlo, sin este primer paso los demás no pueden darse (González, A. 2020)

Causas de la desconexión emocional

Hay diversos factores que pueden estar implicados en que en la vida adulta optemos de por la desconexión emocional, entre ellos:

La educación, por modelos familiares insanos o disfuncionales en cuanto al sentir y expresar emociones. – “No llores, no se llora, hay que ser fuerte”, “Estás muy feo/a cuando te enfadas”, “Ni miedo ni mieda, hay que ser valiente en todo”. Por desgracia, a día de hoy parece que todavía existen emociones que no están socialmente aceptadas, como pasa con la ansiedad. ¡Normalicemos el sentir ansiedad!

– Haber experimentado situaciones traumáticas donde el impacto emocional es tan grande y duro que se da como consecuencia un desbordamiento emocional.

Creencias erróneas y distorsionadas sobre las emociones, por ejemplo:

  • No puedo cambiar el modo en el que manejo mis emociones
  • Si cambiase mi forma de sentir, dejaría de ser yo
  • Si dejase de controlar mis emociones, sería el caos
  • Si me permitiese sentir cosas, sería vulnerable y los demás se aprovecharán
  • No puedo cambiar cómo me siento si los demás no cambian
  • La forma en la que siento mis emociones es heredado…
  • No quiero sentir lo que siento
  • Si pudiera elegir, preferiría no sentir nada

Características/rasgos de la desconexión emocional

Se produce un aislamiento (no necesariamente de carácter social), se refiere más a la ruptura emocional con el entorno y con uno mismo. No hay sentimientos de afecto, y si se da en algún caso este se rechaza. A las emociones en este punto no se les da valor, se minimizan, o se hace lo posible para eliminar o bloquear esas sensaciones. La premisa siempre será la de no sentir.

• Sentir incapacidad para experimentar y expresar emociones. Sobre todo, aquellas emociones que adquieren un grado de intensidad alto, y además tengan una connotación para la persona de ser vulnerables.

• Sentir incapacidad para sentir empatía por otras personas. Si no se da valía a las propias emociones, si no las reconocemos, difícilmente se le puede dar valor a las emociones de los demás.

• Sentirse emocionalmente adormecido y confuso. En estos casos resulta muy difícil identificar las emociones propias y se experimenta el mundo interno como si estuviese adormecido o aturdido.

• Mostrar extrema racionalidad ante situaciones con carga emocional. Se interpone constantemente el valor del a razón. Se da una lucha encarnizada entre la razón y la emoción, imponiéndose con severidad y contundencia la razón.

Problemas a la hora de formar relaciones sólidas con los demás. Una de las bases para establecer relaciones sociales duraderas es la empatía. Al carecer de está, las relaciones se tornarán intrascendentes, por lo que no durarán mucho.

Sentir o no sentir esa es la cuestión

Como dijo Anabel González (2020) por agradables o desagradables que sean las sensaciones, lo cierto es que no sentir no es una opción. Pasar por la vida sin entrar en contacto con nuestras emociones es como transitar por un mundo difuminado, sin luz y sin colores. Bajo este prisma, todos los paisajes son iguales, no hay matices ni contrastes. Es cierto que nunca nos cegara la luz, pero no sabremos lo que refresca la sombra. No conoceremos el asombro, no distinguiremos lo bonito y lo feo, no nos emocionaremos. Pero aparte de lo que nos perdemos anulando nuestro mundo emocional, hacerlo nos pone en peligro.

Sin rabia (enfado) no podremos defendernos, sin asco podríamos comer alimentos en mal estado, sin miedo nos comería un león; cada emoción cumple una función y es esencial para entender el mundo y relacionarnos con los demás de manera efectiva.

Para poder hacer cambios, necesitamos ver no solo que vale la pena sentir todas nuestras emociones con fluidez y naturalidad, sino que – de no ser así – podemos modificar el modo en el que lo hacemos. Sentir no nos pone en riesgo, al contrario, nos da la información que necesitamos para protegernos mejor. Hay una parte de cómo nos sentimos que puede aprenderse y desarrollarse, y el resultado de mejorar una gestión de nuestras emociones es más seguridad y una mayor autorregulación.

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