Existe un componente obsesivo en la agorafobia. No debemos confundir términos, obsesivo es una cosa y obsesivo compulsivo es otra; obsesivo hace referencia al intento de resolver a toda costa un aspecto que nos incomoda, hasta el punto de sentirnos incapacitados si no conseguimos eliminarlo, y compulsivo es lo que hacemos para resolverlo, de manera repetida y sistemática para resolver este conflicto, de forma temporal, por supuesto. Así, podemos observar que la agorafobia no tiene tanto un componente compulsivo, sino más bien un cierto aspecto obsesivo.

Tenemos personalidades tendentes a lo obsesivo cuando nos preguntamos a menudo “¿Y si…?”, continuando la frase con algo que creamos que no vamos a poder soportar. Pues bien, es obsesivo porque a raíz de esto tendemos a fantasear y a crear situaciones en nuestra cabeza, y por tanto en nuestras expectativas, que ni siquiera hemos vivido. Da igual qué idea asociemos al conflicto, simplemente pensamos que no lo vamos a poder soportar, eso es lo común en todos nosotros; y lo que nos distingue es que cada uno colocamos cierta idea (relacionada con un aspecto distinto, ya sea ataque al corazón, vómitos, desmayos…) conjunta al conflicto.

No solemos estar en el presente, nuestra mente nos lleva un paso por delante de lo que realmente está ocurriendo. Esto tiene que ver con el futuro, con la ansiedad que podremos llegar a experimentar momentos después, pero no con la ansiedad que estamos realmente sintiendo en ese mismo instante. Así que debido a esto, en numerosas ocasiones desarrollamos lo que llamamos sentimientos de indefensión aprendida, es decir, que tendemos a considerarnos indefensos ante la situación, pensando que no tenemos ningún tipo de control sobre lo que nos está pasando y que hagamos lo que hagamos resultará inútil. Un sentimiento poderoso y muy peligroso, pues nos aleja constantemente del hecho de sopesar que, ciertamente la posibilidad real de cambiar esas circunstancias está en nosotros.

 

 

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