Hay personas que ocultan la agorafobia a las personas que están a su alrededor. No por no manifestar el problema quiere decir que no existan relaciones fuertemente dependientes, ya que la evitación se realiza de manera encubierta, sin que las otras personas sepan realmente la causa de algunos comportamientos inexplicables por parte de quien padece este trastorno. Algunas han estado más de veinte años sin decir lo que les pasaba, por miedo, y sin embargo han logrado no quedarse solas ni un solo día de su vida.

Nadie nunca ha sabido lo de mi trastorno en mi entorno, y menos que se llamara agorafobia. Lo más que he hecho saber a mi mujer es que he tenido épocas con ansiedad, justificándola por el estrés debido al trabajo, o a otras circunstancias. Con lo cual siempre me he encontrado solo ante el peligro y manteniendo el tipo a veces con mucho esfuerzo ante mi mujer, familia, hijos y amigos. A veces he llegado a pensar: si nadie nota nada es que a lo mejor no pasa nada. Porque la verdad es que lo que más me ha asustado siempre ha sido que alguien notara algo. Y no sé si eso ha sido bueno o malo, aunque el otro día descubrí lo que es el efecto Pigmalión y puede que haya sido un poco eso también, o sea que si te consideran “normal” (sin agora) es que terminas creyéndotelo. Pero el verano pasado vinieron unos amigos de Francia a los cuales fui a visitar hace 3 años a París y tras una cena y varias copas, me dicen: Mira que os costó venir a París a verme, es que durante años parecíais de esos que no pueden salir de su casa, como se llaman…….agorafóbicos? le dije yo. Y nos reímos un rato.

Oímos muchas veces la pregunta: ¿lo cuento o no lo cuento? Desgraciadamente no hay una respuesta correcta, aunque quizás la pregunta sería: ¿Para qué quiero contarlo? Si contarlo me sirve para no sentir la presión, y poder tener la posibilidad de tener un ataque de ansiedad sin que eso sea un mundo es interesante, pero si quiero contarlo para poder jugar a “pata de palo”, entonces es más discutible.

 

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