Un estudio titulado “Sexualidad y consumo de pornografía en adolescentes y jóvenes de 16 a 29 años” revela que la mayoría de los jóvenes ya consume pornografía a los 12 años. En el caso de los chicos, seis de cada diez lo hacen semanalmente, buscando la excitación sexual y, en definitiva, disfrutar. Las chicas, por su parte, afirman hacerlo más por curiosidad e información, y la cifra se reduce a tres de cada diez.
Nos escandalizamos por la falta de educación y las distorsiones hacia la sexualidad en nuestros adolescentes, pero quizá prestamos menos atención a la educación sentimental. Esas presiones y distorsiones culturales, que al igual que la pornografía, alteran nuestra manera de entender el amor. La “pornografía del amor” la encontramos en nuestros modelos e ideales de pareja, en las normas y reglas familiares y sociales que intentan normalizar cómo debemos sentirnos en ciertas situaciones.
Cómo vivamos el amor y las experiencias en pareja dependerá mucho de las creencias que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra vida, desde que somos pequeñitos. Estas creencias marcarán lo que para nosotros es correcto o no respecto a las relaciones, tiñendo de irracional nuestras percepciones y dando lugar a mitos sobre cómo se vive el amor. Si queremos que nuestra relación prospere, es imprescindible aprender a distinguir la delgada línea que separa una relación saludable con aspectos a mejorar, de otra con dinámicas tóxicas y destructivas guiadas por ideas irracionales.
¿Qué es una creencia irracional?
Todos construimos un sistema de creencias a través de nuestras experiencias, especialmente durante la infancia y adolescencia. Este sistema nos sirve de base para interpretar y valorar a la gente y a los acontecimientos. Nuestras experiencias no tienen un valor establecido por sí mismas; somos nosotros quienes les otorgamos tal valor.
Las creencias irracionales son ideas erróneas respecto a uno mismo, los demás y la vida. Pueden ser pensamientos, autoafirmaciones o imágenes que determinan nuestras emociones. Suelen ser hipótesis absolutistas, no hechos basados en observaciones objetivas. Estas creencias distorsionan la realidad, bloquean nuestros objetivos, generan emociones extremas y son rígidas y absolutistas.
Características de las creencias irracionales:
- Distorsionan la realidad, representando una manera ilógica de evaluarse a sí mismo, a los demás o al mundo.
- Bloquean la consecución de objetivos o metas planteadas.
- Generan emociones extremas y persistentes como ansiedad, angustia o miedo.
- Son dogmáticas, rígidas y absolutistas, expresadas con demandas y obligaciones en vez de preferencias o deseos.
Estas creencias también aparecen en las relaciones de pareja, especialmente en aquellas basadas en el amor romántico. Nuestros pensamientos actúan entre los acontecimientos externos y lo que sentimos y hacemos respecto a ellos. Un conflicto en pareja está mediado por muchos pensamientos negativos. Debemos entender que no es tanto lo que haga nuestra pareja, sino nuestra forma de interpretarlo.
Un poco de historia: El origen del amor romántico
El amor, tal y como lo conocemos, es un invento relativamente moderno, y en parte se lo debemos a Leonor de Aquitania, la reina más poderosa de su época en el siglo XII. Harta de cruzadas, se dedicó a reconstruir la vida de la corte e introdujo el amor cortés. Hasta entonces, el amor era más una cuestión de conveniencia, regido por principios económicos e intereses.
Su corte estaba llena de trovadores, los antepasados de nuestras estrellas del pop y el rock. Ella misma presidía los “tribunales del amor”, donde se resolvían disputas amorosas. Aquí comenzaron a surgir conceptos de idealización de la pareja y las ideas romantizadas que, aunque atractivas, no siempre nos han venido tan bien.
Creencias erróneas sobre uno mismo:
“Debo ser el compañero ideal“: Nos lleva a adaptar nuestra conducta a un ideal inalcanzable, generando culpa cuando creemos no cumplirlo.
“Nunca puedo faltar a los deberes conyugales“: Nos obliga a ir en contra de nuestras necesidades y deseos, causando malestar y emociones negativas.
“Sería horrible decepcionar a mi pareja“: Nos hace responsables de las emociones del otro, ignorando nuestras propias necesidades.
“Mis intereses y necesidades deben estar subordinados a los suyos“: Al dejar de tenernos en cuenta, nuestra autoestima y seguridad se ven afectadas.
“Si algo me desagrada, es mejor ocultarlo”: No expresarnos acumula emociones negativas que eventualmente pueden explotar.
“Debería estar siempre de acuerdo con él/ella”: Nuestros pensamientos y necesidades son igualmente importantes y deben ser expresados.
Recordando que somos dos
Estos mitos ignoran lo obvio: no somos uno, sino dos. Cada uno viene de una cultura familiar diferente, con distintas formas de amar y hábitos. Tenemos nuestras individualidades y nuestra relación. Si “uno más uno es uno”, perdemos nuestra identidad. Si “uno más uno es dos” sin conexión, no podemos contemplar el escenario con perspectiva. Lo ideal es que “uno más uno sea más que dos”, una unión que enriquece sin anular.
Creencias erróneas sobre el otro:
“Si realmente me quiere, debe saber lo que quiero y necesito“: Nadie puede leer la mente; la comunicación es clave.
“Si me quiere, siempre será amable conmigo“: Todos tenemos días malos; enfadarse no significa falta de amor.
“No es justo que mi pareja realice actividades que no puedo compartir“: Cada uno necesita su espacio y tiempo individual.
“Mi pareja debería renunciar a sus antiguas amistades“: Es esencial mantener relaciones fuera de la pareja para un equilibrio saludable.
“No me parece bien que siga con sus aficiones; restan tiempo a nuestra convivencia“: Apoyar los intereses del otro fortalece la relación.
“Si no se da cuenta de lo que me ocurre, es que no le importo“: De nuevo, la comunicación es fundamental; no podemos esperar que adivinen nuestros sentimientos.
“Si verdaderamente me quiere, hará cualquier cosa por mí“: Llevar esta creencia al extremo puede ser peligroso y poco realista.
Creencias irreales sobre la vida en pareja:
“Convivir nos dará una felicidad total“: La vida tiene altibajos; es normal enfrentar desafíos y diferencias.
“Compartiremos todos los aspectos de nuestra vida“: Mantener cierta individualidad es sano y enriquecedor.
“Podremos prescindir de cualquier otra necesidad o compañía“: Aislarse no es saludable; necesitamos otras relaciones y actividades.
“Nuestros objetivos deben basarse en la felicidad del otro“: Olvidarnos de nosotros mismos puede llevar al desgaste y resentimiento.
“No deberíamos discutir nunca“: Los desacuerdos son normales; lo importante es cómo los manejamos.
“Cualquier sacrificio es válido antes que destruir la pareja“: Los sacrificios extremos pueden ser perjudiciales y no garantizan la estabilidad de la relación.
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