Todos en algún momento nos hemos sentido agotados al terminar un largo día de trabajo o haber realizado un gran esfuerzo físico o mental, pese a ello, somos capaces de recobrar la energía tras unas sesiones de sueño reparador; sin embargo hay personas que directamente se levantan agotadas, a las que ni el dormir, ni cambiar de actividades o el pasar de los días repone su vitalidad: es entonces cuando quizás se esté padeciendo cansancio crónico.

A pesar de que esta afección fue descrita científicamente hace 18 años, aún sigue habiendo controversia en la comunidad médica acerca de su origen o tratamiento, continúa planteando más dudas que respuestas, y, aunque actualmente su diagnóstico aumente cada día, aún es una enfermedad poco conocida por la población.

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¿Qué es el cansancio crónico?

Antes de describirlo es importante que distingamos entre los que tienen una mala higiene del sueño y tan sólo necesitan “reorganizar” sus horarios, los que precisan evaluación y tratamiento, bien sea médico o psiquiátrico, y los que pueden padecer un Síndrome de Fatiga Crónica.

El síndrome de fatiga crónica (SFC) o lo que también se conoce actualmente como encefalopatía miálgica, es un profundo e incapacitante cansancio, una fatiga que aplasta e inmoviliza más allá del mero agotamiento, que no se debe al ejercicio y que la persona no es capaz de aliviar con el reposo. Este síndrome resulta tan debilitante para las personas que lo padecen que en muchas ocasiones influye en su motivación, por lo que suelen reducir actividades que a menudo formaban parte de su vida tanto a nivel personal como social, o las relacionadas con el ámbito profesional, aislándose y llegando a acabar con la mayoría de sus recursos personales.

Para llegar a pensar que quizás estemos padeciendo fatiga crónica debemos de haber experimentado profundo cansancio durante al menos 6 meses en adultos, y que éste no sea debido a otra enfermedad o a estar expuesto a una situación de estrés severo; además como el sistema inmunitario se debilita, este estado tiene que estar acompañado de cuatro o más de los siguientes síntomas:

1. Dificultades de concentración y pequeños fallos de memoria.
2. Faringitis recurrentes.
3. Adenopatías o enfermedad de los ganglios.
4. Dolor muscular.
5. Dolor articular.
6. Jaquecas que anteriormente no se daban de forma habitual.
7. Sueño no reparador.
8. Fatiga tras el esfuerzo (físico o mental) que persiste más de 24 horas después del mismo.

En resumen, podemos llegar a sentir que el cuerpo y las extremidades nos pesan muchísimo, empezar a sufrir más resfriados o infecciones de lo habitual, apatía, mal humor o irritabilidad, falta de deseo sexual, problemas para conseguir un descanso profundo y reparador, frecuentes dolores de garganta, dolores musculares y/o articulares, de cabeza, y cuando hacemos cualquier tarea el esfuerzo percibido para realizarla nos parece extremo.

¿A quiénes afecta y por qué se origina?

El Síndrome de Fatiga Crónica afecta 4 veces más a las mujeres y fundamentalmente aparece entre los 40 y 50 años, sin distinción de raza. Aunque puede producirse a cualquier edad, en menores es más frecuente en la adolescencia que en edades más tempranas.

Normalmente la salud de estas personas antes del inicio es excelente y la fatiga aparece de manera brusca tras pasar un episodio de gripe. Lo común es que pasen épocas en las que la fatiga remita o desaparezca por completo, pudiendo aparecer de nuevo a las semanas o meses. La duración media de la enfermedad es de 37 a 49 meses y parece que la recuperación total es más frecuente en los adultos.

Pasar por esto consume a la persona, genera desgaste psicológico y sufrimiento; los pacientes se sienten muy indefensos para conciliar sus actividades diarias con este tipo de cansancio extremo. A menudo dicen sentirse muy olvidados por la comunidad médica y científica, y es que a día de hoy los profesionales lo tienen muy difícil porque no conocen con claridad qué es lo que origina el cansancio crónico:

  • Se ha especulado con la idea de que puede ser de origen vírico (ya que el sistema inmunitario se ve debilitado), pero por el momento en los estudios que se han realizado para comprobar esta hipótesis muchos de los pacientes no presentaban ninguna infección viral en las analíticas.
  • También se baraja la idea de que su origen sea psicológico, asociándolo a estrés o algunos tipos de depresión, pero en ocasiones persiste el cansancio después de que las personas recibiesen tratamiento psicoterapéutico para lograr gestionar sus estados de estrés o incluso depresión.
  • Se han identificado otros tipos de anomalías de distinta naturaleza que pueden explicar el síndrome de fatiga crónica, pero su relación no está aún clara; por lo que a día de hoy se considera que su origen es complejo y se debe a diversos factores.

Pese a todos los interrogantes que aún están sin responder, lo que sí se sabe a través de estudios con gemelos monocigóticos y familiares de pacientes aquejados es que existe una predisposición familiar/genética que facilita la aparición del cansancio crónico.

Si me han diagnosticado cansancio crónico ¿qué puedo hacer?

Vivir con el síndrome de fatiga crónica puede ser difícil, puede tener un efecto devastador en nuestra vida cotidiana dados sus síntomas cambiantes, la disminución de resistencia para manejar nuestras actividades cotidianas, esos problemas de memoria y concentración que interfieren en el trabajo o los estudios… El sentimiento generalizado es que se pierde independencia porque el cansancio y la serie de síntomas asociados merman nuestros recursos para vivir por y para nosotros mismos.

Si a esto le sumamos que las relaciones con familiares y amigos puede verse alterada, o preocupaciones sobre el efecto que puede tener la disminución de la actividad sexual en la relación de pareja, entre otros, podemos haber desarrollado sentimientos de ira, culpa, aislamiento, abandono y ansiedad. De hecho, los trastornos por ansiedad afectan al 17-25% de las personas diagnosticadas por fatiga crónica y los de pánico del 2 al 30%, frente al 3,5 y 5,1% respectivamente de la población general.

Si bien es normal sentirse así, muchas personas prestan más atención a las implicaciones físicas que éste síndrome acarrea y minimizan la contribución e impacto de factores psicológicos o personales, una actitud que parece conllevar una evolución previsiblemente más perjudicial. Y es que la falta de control del estrés y las emociones puede empeorar los síntomas, interferir en los tratamientos farmacológicos y dificultar aún más la recuperación.

Dicho esto y pese a que no exista un tratamiento específico para el cansancio crónico, hay ciertos hábitos y cuestiones que podemos tener en cuenta para contribuir al alivio de los síntomas y mejorar el funcionamiento en las diferentes áreas de nuestra vida:

  • Lo primero y esencial, contacta con profesionales de la salud, tanto física como mental. Podrán ayudarte a crear un programa de tratamiento especializado para ti que combine terapias tradicionales y alternativas para abordar los síntomas y aprender formas que te permitan gestionar emocionalmente la enfermedad.
  • Trabaja con tus pensamientos, creencias y emociones a través de psicoterapias cognitivas.
  • Hacer ejercicio, estableciendo el abordaje del mismo de forma gradual.
  • Higienizar y normalizar los periodos de sueño.
  • Llevar una dieta equilibrada. Es aconsejable reducir la ingesta de alimentos que provocan inflamación y aumentar las dosis de magnesio y ácidos grasos omega 3 y 6.
  • Tratamiento farmacológico.
  • Asistir a grupos de terapia y apoyo donde poder expresarte y compartir la pesada carga que a veces supone esto, así como tus progresos, también es una alternativa muy beneficiosa.
  • Prácticas terapéuticas como el Mindfulness te ayudarán a encarar mejor el día a día.

Cuando te pongas manos a la obra para trabajar con el cansancio crónico, será importante que te plantees hacer cambios en tu estilo de vida, y en ese proceso, no te propongas como meta inmediata esperar a sentirte “normal” o como antes de que todo esto comenzase, porque eso podría agravar la percepción de dificultades; en cambio, identificar tus actuales límites y trabajar con ellos poco a poco será más beneficioso, establece pequeñas metas, concretas y viables, así, según las vayas alcanzando, aumentará tu sensación de capacidad y motivación y a la larga te será más sencillo percibir el avance.

 

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