El acceso a Internet en general y las redes sociales en particular nos ha permitido el acceso a conocimientos casi ilimitados. Podemos tener información actualizada 24 horas al día, 7 días a la semana. La sensación electrizante de seguir y que nos sigan, la posibilidad de diseminar nuestras opiniones aunque nadie nos lo pida. Y todo eso es… gratis. ¿Gratis? Si te ofrecen algo gratis, el producto eres tú, o mas concretamente tu atención, así que en el artículo de hoy vamos a tratar acerca de esta economía basada en la atención, la adicción a las redes sociales, la ansiedad que pueden generar, y qué podemos hacer al respecto.

Las redes sociales

Años atrás no éramos capaces de hacernos una idea de la increíble repercusión que tendría Internet y su establecimiento paulatino en nuestra sociedad. Hoy podemos asegurar que los beneficios que nos ofrece son muchos: buscar trabajo, apuntarnos a formaciones a distancia, ampliar nuestros conocimientos intelectuales, la comodidad de hacer compras sin tener que moverse del sillón, saber cómo llegar a direcciones que desconocemos y cómo hacerlo más rápidamente… pero sin duda uno de los ámbitos que más ha experimentado un crecimiento e importancia exponencial ha sido el de las redes sociales.

Las redes sociales, en su corta existencia de poco mas de dos décadas, han conseguido modificar la realidad social. Es un medio que ha facilitado que millones de usuarios nos pongamos en contacto directo e inmediato sin tener en cuenta la hora, el lugar o cualquier otra cuestión que podía mediatizar en la comunicación antes de su existencia. Los teléfonos móviles abandonan su misión tradicional, la de ser un instrumento de comunicación oral, para pasar a contar con una amplia funcionalidad, con diversas aplicaciones de comunicación además de la conversación convencional.

Los usuarios de redes sociales crecieron 227 millones a lo largo del año pasado, alcanzando un total de 4,700 millones a inicios de julio de 2022. La base global de usuarios de redes sociales ha aumentado más de 5% en los últimos 12 meses. El total global actual representa 59% de la población mundial total. Esta tendencia es particularmente fuerte entre las mujeres. Su presencia en las redes es superior a sus homólogos masculinos. Facebook sigue siendo la red más usada, seguido de Youtube, Whatsapp, Instragram y Twitter en 5º lugar. Para haceros una idea el usuario medio de Youtube pasa casi un día al mes consumiendo sus contenidos, unas 23 horas, y el usuario de Tik Tok casi 24. Eso es un día entero al mes dedicado a consumir información.

Vamos a tratar de no echarnos las manos a la cabeza, ni replicar que antes se vivía mejor. Pero si debemos tomar en cuenta que en medio de esta vorágine de datos hay una batalla por acaparar tu atención, porque si lo piensas bien, y si te parece bien y es una elección consciente es fantástico, pero la mayoría de las veces esto no es así.

Dicen que una de los grandes triunfos del diablo fue hacernos creer que no existía, y una de las creencias más extendidas e ingenuas es la de que tenemos libre albedrio. Entender que existen unas leyes que suelen determinar el comportamiento es fácil que lo podamos comprobar en un perro, u otra mascota, pero es algo muy difícil de asimilar para nosotros los humanos, y es que nos regimos por tendencias, y esas tendencias nos ayudan a predecir como nos vamos a comportar en una situación u otra. Pues bien, cualquiera de estas redes tiene algo que ningún psicólogo o científico tienen: inmensas cantidades de datos e ingenieros dedicados a interpretarlos, si esos datos se usan de la manera correcta cada vez se afina mas en esa captura de la atención.

Un fenómeno como el terraplanismo no se puede entender sin Youtube. No os tragéis el cuento ese que dice que hasta Colon la humanidad creía que el mundo era una amplia planicie. Desde los tiempos de Eratostenes en el 200 antes de cristo ya se sabía. La iglesia había admitido hace ya tiempo la redondez de la tierra. En realidad, esto de que la tierra es plana es un invento moderno del siglo XIX, pero siempre fue cosa de 3 o 4 iluminados. Las teorías sobre terraplanismo empezaron a circular por Youtube en un principio, pero nadie las prestaba demasiada atención hasta el 2015. ¿Qué sucedió entonces? Pues que Youtube cambio de algoritmo.

Hasta entonces Youtube nos mostraba los vídeos mas populares de la temática que habíamos escogido, pero se dieron cuenta que esa no era la formula correcta para acaparar la atención. Pensemos… ¿qué emoción puede ser la que mas alimente Twitter o Youtube? Efectivamente, lo has adivinado, es la indignación. La indignación moral, el señalar un ellos contra nosotros es uno de los elementos mas atractivos para el ser humano. Y esta red social muestra contenido cada vez mas especializado, y dentro de lo especializado las posturas mas polémicas, porque son las que mas nos atraen. Así nos pasamos el día indignados y retuiteando mientras nos cuelan publicidad, y mientras consumimos información para contrastar las burradas que sentimos que nos dice el bando contrario los anunciantes nos ofrecen coches, café en capsulas o un crucero por el caribe.

¿Cuándo algo satisfactorio se convierte en un problema?

¿Qué nos ha enseñado sobre la ansiedad la reciente crisis del Covid? Un reciente informe apunta a que los casos de ansiedad y depresión aumentaron un 25% durante la pandemia que se inició en el 2021. Las mujeres y los jóvenes fueron los más afectados en este caso. Una de las razones que proporcionaron los autores de este estudio de la universidad de Queensland es que al empeorar las condiciones económicas, estas influyeron en un aumento e los casos de ansiedad y depresion. Solo en España los casos de ansiedad aumentaron en un 26 % por ciento. En el caso de los niños y jóvenes el cierre de los colegios limitó el acceso a la interacción social, que no podía ser sustituida eficazmente por las nuevas tecnologías. Esto nos demuestra hasta que punto el apoyo psicoemocional es necesario, y cómo su ausencia dispara los trastornos vinculados a la salud mental.

Si en 1991 la Guerra del Golfo fue la primera en ser televisada y retransmitida, en la pandemia del 2021, nos encontramos con un seguimiento de la crisis sanitaria en formato 24/7. Cada media hora podíamos comprobar una nueva actualización del panorama, teníamos partes de hospitalizados constantemente. Los medios terminaron por transformarse en una lupa de la realidad de la que era muy complicado apartar la visión. Eso provocaba precisamente esa búsqueda imperiosa de noticias relacionadas que parecían ofrecernos diferentes miradas constantemente, pero todos mirábamos lo mismo. Si esto lo unimos a que teníamos pocas perspectivas de control de la propia situación, que no iban más allá del aislamiento y lavarnos las manos, se producía un caldo de cultivo perfecto para que nuestra parte más obsesiva campara a sus anchas.

La paradoja que sustenta este proceso es que cuanto más activa se muestra una persona en las redes sociales, más probabilidad tiene de potenciar nuevas oportunidades personales, laborales o académicas, algo que a la par genera el riesgo de sentir una adicción a las redes, de un deseo incontrolable de conectarse y revisar, actualizar y publicar. El utilizarlas con frecuencia y ser activo hace que tenga más oportunidad de “ser visto” por los otros, y cuanto más me comenten, publiquen o les guste virtualmente a los demás, más me agradará y más me esforzaré en que así siga siendo. La inmediatez en el refuerzo, es lo que las hace potencialmente adictivas.

Conclusión: en un abrir y cerrar de ojos y sin ser conscientes de ello podemos estar manteniendo estos dos procesos que se retroalimentan, y que a priori nos pueden parecer gratificantes, pero que a la larga requieren que desplacemos nuestro tiempo dedicado a otro tipo de actividades para prestar atención a las pantallas de móviles, tablets u ordenadores, así como esforzarnos por ser creativos o atractivos para generar interés en la comunidad interactiva.

Riesgos de tener una adicción a las redes sociales

Los grupos más vulnerables a generar este tipo de adicción son los adolescentes y los jóvenes por el uso masivo que prácticamente hacen de las redes, pero a través de esta herramienta, por lo sencillo e inmediato que resulta, cualquiera puede ser susceptible de desear buscar compulsivamente sentirse gratificado por encima de otros aspectos.

El deseo incontrolable de estar conectado permanentemente para ver qué se cuece, es un comportamiento de adicción a las redes que muchas veces se realiza y mantiene por el afán de la persona a no sentirse excluido si no participa en los acontecimientos del entorno, por la creencia de que si no estuviese conectado a este tipo de plataformas no estará integrado en el mundo de los demás y corre el riesgo de “dejar de existir” para los otros.

El doctor Mark Rego, psiquiatra de la universidad de Yale, ha publicado un libro titulado “Fatiga frontal”, en el que afirma que el cerebro del sujeto del siglo XXI hace un uso abrumador de su cortex frontal. Esta es la parte del cerebro destinada a realizar juicios, tomar decisiones, realizar abstracciones y expresar la personalidad de una manera compleja. Demasiados estímulos, demasiadas posibilidades, demasiadas decisiones.

El uso globalizado de estas formas de comunicación está cambiando nuestra experiencia directa con el mundo, pero si invertimos un tiempo abusivo, como consecuencia de la adicción a las redes sociales con el fin de sentirnos reconfortados navegando, en la adicción a las redes sociales corremos riesgos:

  • Cambia la forma de entender las relaciones: el mayor atractivo que encuentran los jóvenes con las redes sociales virtuales es que satisfacen plenamente sus necesidades de comunicación, sin esfuerzo, de una forma divertida y con la máxima inmediatez. Y es que normalmente se establecen relaciones menos íntimas, dejando ver únicamente lo que deseamos que vean de nosotros, en donde es muy fácil falsear datos y caer en comparativas, sobrevaloraciones y exigencias.
  • La adicción a las redes sociales cambia la manera en la que entendemos el proceso característico de la comunicación: Digamos que nos relacionamos desde un lugar seguro, por lo que una interacción cara a cara puede convertirse en algo realmente complicado y temido para una persona que socializa únicamente de forma virtual. Las estrategias que utilizamos para expresarnos y contar algo de nosotros in situ dependen más del lenguaje no-verbal (ausente en las redes) y las habilidades sociales que hayamos entrenado a lo largo de nuestra vida; a su vez, las intervenciones de los demás nos pueden parecer mucho más invasivas que en el mundo virtual en donde podemos comunicarnos a los ritmos que deseemos.
  • La adicción a las redes sociales aumenta la vulnerabilidad: pese a que cara a cara nos podemos sentir más expuestos, lo cierto es que el exceso de confianza a través de estas plataformas es una de las facetas más representativas de los preadolescentes y adolescentes. Con cada click estamos mostrando a todos y cada uno de nuestros contactos (conocidos o desconocidos) información de nosotros y, poco a poco, podemos llegar a tener registrado más de lo que estaríamos dispuestos a compartir en una relación al uso. Además, en esta misma línea, encontramos perfiles falsos y el problema del cyberbulling, en donde los acosadores pueden acceder más fácilmente y en cualquier momento a nuestro espacio, y hacer público y permanente cualquier tipo de intervención.
  • Falsa percepción de bienestar: si la dependencia es muy intensa, la persona puede llegar a sentirse desestresado o tranquilizado por el escape que le supone el uso de redes sociales, olvidándose completamente de todos los problemas que le rodean, inexistentes en el mundo virtual. Una sensación de bienestar que, a medida que pase el tiempo, únicamente encontrará aumentando el tiempo de conexión (apareciendo un efecto de tolerancia, como el que se genera con el abuso de cualquier sustancia), dejando de lado sus actividades y obligaciones para atender las necesidades que les generan las redes sociales.
  • Cambios de humor bruscos: contrariamente al bienestar por su uso, nos encontramos con sentimientos de incomodidad o estado físico, psicológico y social desagradable cuando la actividad se reduce de forma súbita. La abstinencia en estos casos se traduce a no poder acceder a las redes porque se haya estropeado, perdido o robado el medio electrónico que usábamos para conectarnos, ir a lugares en los que no haya wi-fi o posibilidad de acceder a Internet, etc. será en esos casos cuando la persona se encuentre inquieta, irritable y de mal humor por no poder acceder a la herramienta que le distrae, llegando a sentirse perdida, sin saber cómo invertir su tiempo y rechazando disfrutar de otras alternativas por no parecerle tan atractivas.

Cómo aumenta nuestro estrés en las redes

El mal uso de las redes está asociado a menor satisfacción vital y una menor calidad de vida. Además, es probable que a algunas personas les desencadenen diferentes síntomas psicológicos y problemas de salud mental como puede ser el estrés. Algunos de los factores de riesgo estudiados que pueden provocar unos niveles de estrés disfuncional son:

• El uso inadecuado de los comentarios y likes, entendiéndolos como un refuerzo positivo y de aprobación de los demás. Cuando se sube una imagen o un post, es cuando también aparece la preocupación o inquietud por los likes y los comentarios, puesto que generan una necesidad de comprobar si estoy siendo “aceptado”, “deseado”, etc.

Miedo a perderse algo, FOMO (“fear of missing out” o “temor a perderse algo”). La idea de que se está perdiendo ciertas cosas puede desencadenar ansiedad e impulsar un uso aún mayor de las redes sociales. Es decir, estar excesivamente pendientes de las mismas para verificar si hay actualizaciones, o responder compulsivamente a todas y cada una de las alertas, arrastrando consecuencias negativas como puede ser perder horas de sueño, pérdida de atención e interacción con el mundo real.

Aislamiento, el uso elevado de estas redes aumentan los sentimientos de soledad y disminuye el contacto con los amigos/as y red social del mundo real.

Comparación constante con otras personas de las redes sociales de manera desfavorable. Las imágenes a menudo poco realistas que se ofrecen en las redes sociales pueden llevarnos a generar sentimientos de baja autoestima, percepción negativa de la imagen corporal, etc.

Soluciones a la adicción a las redes sociales

Algunas aplicaciones pueden servirnos para limitar el tiempo y el acceso que nosotros o nuestros hijos podemos tener en los diferentes dispositivos electrónicos, como Qustodio, un programa que te permite programar tanto el tiempo de uso como la posibilidad acceso a determinadas redes sociales. Existen muchas más alternativas en el mercado. Asimismo es posible eliminar los algoritmos de algunas redes para que nos dejen de sugerir vídeos o contenido relacionado. Por ejemplo en Youtube en la sección de historial, puedes pausar el historial de reproducciones de tal forma que no se recomiendes vídeos a partir de los que has visionado.

Por supuesto es importante buscar actividades que sustituyan esa explosión de dopamina que nos dan los refuerzos que nos proporciona una red social, y que estas actividades contemplen la interacción real. Si las redes son la principal fuente de estimulo es muy fácil que reforcemos su uso.

Podemos establecer periodos de desconexión para ver como nos sentimos sin esa estimulación tan inmediata. Si nos fijamos acercarse a estas plataformas se parece a un antiguo anuncio de patatas fritas, donde se retaba al consumidor a probar una sola patata y no coger otra. ¿A que no puedes comer solo una? rezaba el anuncio. Cuanto mas tiempo pasemos sin esa estimulación mas fácil será orientarnos a otras tareas.

Es importante tratar de ver qué es lo que estamos evitando con las redes, porque a menudo esta nos hace de paraguas para no enfrentarnos a aspectos reales de la vida.

Por supuesto buscar siempre ayuda especializada de un profesional si vemos que nosotros solos no podemos.

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