Mal de muchos, consuelo de tontos dicen, pero que bien sienta saber que no somos los únicos a los que nos pasan cosas. Ese sentimiento de unicidad cuándo las cosas no van bien por dentro es devastador, pero así es el sufrimiento, o así somos nosotros, que cuando lo padecemos creemos que no hay nadie más en el mundo que sienta algo así. Y esta introducción es para contaros que llevo escuchando toda la semana, de boca de diferentes personas frases del tipo: “¡No me gustan las navidades!” “A ver si pasan rápido estas fiestas”. Así que no, no estamos tan solos.
El sentimiento de desagrado por éstas fiestas es evidente en muchas personas. Los motivos son de distinta índole. Hay para quien para éstas fiestas son sinónimo de nostalgia y de echar de menos aquellos momentos en los que nadie faltaba en la mesa, otros detestan las aglomeraciones, las luces y los ruidos estridentes, otros no quieren sentarse con sus familias porque sus familias nunca fueron seguridad, aprobación ni validación y hay para quien también, es difícil sonreír en éstos momentos, porque la depresión o la ansiedad, no entienden de épocas. Hay tantos motivos como personas somos.
Durante estos días he recordado un libro que leí este verano por recomendación de una colega, “Sonríe o muere, la trampa del pensamiento positivo” de Bárbara Ehrenreich. Es un libro que os recomiendo, ya que la lectura es amena y te devuelve una perspectiva interesante de cómo es este fenómeno generalizado de sentirnos culpables por no estar contentos o positivos. Particularmente me gustó mucho. Y me ha venido a la cabeza porque se dé buena tinta que para muchos es mucho más complejo sentirse mal en fechas donde se espera que la gente estemos bien. En realidad, no sé bien quien lo espera, porque si te paras a pensarlo fríamente, resulta un tanto estúpido pensar que una fecha debería hacer que nuestros problemas desaparecieran. Pero pasa y no somos tan culpables de que nos ocurra. La culpa por no sentirnos bien tiene un trasfondo mucho más complejo y profundo que una explicación a nivel individual. Bárbara lo llama el terrorismo de la felicidad, y cómo al sistema le interesa contarte que si te sientes mal es tu culpa, que no eres lo suficientemente positivo.
Si estás mal, no hagas mucha fuerza, porque cuando intentamos desesperadamente arrancarnos el malestar, generamos una potente angustia. La realidad es que no deberías estar bien, aunque entiendo que lo desees con todas tus fuerzas, pero si algo sabemos ya a estas alturas es que con desear las cosas no basta. Sé que por mucho que te digan que intentes estar bien, no puedes y está bien que ahora no puedas, no pasa nada porque ahora no puedas, no pasa nada. Que algo no sea posible modificar con inmediatez, no significa que no sea modificable.
Permitirse estar mal, a veces sienta bien. Y dejar que los de nuestro alrededor lo estén, sin ejercer presión, es un estupendo ansiolítico.
He pasado estos días, donde la Covid no ha comido terreno, leyendo el nuevo libro de Ángel Martín “Por si las voces vuelven“, en una de sus páginas cuenta que hubo una frase que le ayudó muchísimo de su psiquiatra: “es normal“. Así de simple. Cuando dudas todo de ti, dice Ángel, que alguien te diga que es normal que te sientas de X manera, resulta profundamente aliviador.
Así que así me gustaría terminar este escrito, puedes estar jodido en navidad. Es normal.
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