La percepción puede definirse como la conciencia que tenemos de los objetos y de sus relaciones mutuas, ocasionadas por la estimulación de los órganos sensoriales periféricos. La percepción normal puede tener cierto grado de subjetividad, pero en algunas personas puede estar alterada y es entonces cuando hablaríamos de un trastorno perceptivo.

¿Qué es el trastorno perceptivo persistente por alucinógenos?

Fue un consumo puntual con consecuencias para toda mi vida“.

El trastorno perceptivo persistente por alucinógenos (LSD, peyote, hongos…) se caracteriza por la reexperimentación de síntomas de tipo perceptual como los experimentados en el consumo de alucinógenos pero una vez ha cesado su consumo, es decir, una vez la persona se encuentre exenta de sustancia en su organismo, sigue experimentado episodios de percepción (visual, auditiva, táctil) cómo los experimentados en el consumo. La percepción comúnmente alterada es la visual.

Hace 10 años que Luís consumió un tripi, LSD. Aquel viaje experimentado no fue lo que él esperaba. Consumió la droga y comenzó a vivir una auténtica pesadilla. Su cuerpo se transformaba a sus ojos en caucho, de las paredes salían seres monstruosos, la vida había perdido su color, para volverse un escenario ténebre y siniestro, colores oscuros y tétricos, una auténtica pesadilla que duraría 2 horas. Desapareció el efecto pero algo de lo ocurrido quedó con él…

Alucinaciones geométricas, percepciones erróneas de movimiento en los campos visuales periféricos, destellos de color, intensificación de los colores, rastros tras las imágenes de objetos en movimiento, imágenes remanentes positivas, halos alrededor de los objetos, macropsia (ver los objetos más grandes de lo que son) y micropsia (ver los objetos más pequeños de los que son), son los síntomas más comunes que caracterizan a este trastorno, aunque pueden ser más diversos. Síntomas que aparecen sin estar intoxicado por el alucinógeno. Días, meses o incluso años después los síntomas salen a relucir sin poder dar una respuesta certera al porqué. Las causas no son conocidas, carecemos de investigación para poder dar una respuesta certera, aunque la hipótesis que más se baraja es un posible desorden en el Sistema Nervioso Central producido por el alucinógeno.

El disparador de Luis es la ansiedad. Cada vez que aparece en su organismo su alteración perceptiva se altera. Son unos segundos, casi inapreciable por él mismo, pero no cesan 10 años después de aquel consumo. Por un pequeño espacio de tiempo su cuerpo se vuelve corcho y el ambiente se vuelve tétrico. Igual de rápido que viene se va, pero por un momento puede ver y sentir lo que sintió en aquel viaje producido por el consumo“.

No hablamos de alucinaciones sino de pseudoalucinaciones, es decir, la persona no manifiesta un proceso de disociación de la realidad. Las personas aquejadas de este trastorno son conscientes en todo momento de que lo que ven o sienten no es real, lejos de lo que ocurre en procesos psicóticos, la persona sabe que lo que está pasando es producto de su cerebro. Aun así esto no exenta que la persona pueda quedar aterrorizada al experimentar estos episodios. La relación con su mente cambia, ahora tienen un órgano del que desconfiar, que para ellos, como es normal, puede traicionarles en cualquier momento para mostrarles una realidad poco certera. Es por ello, que puedan aparecer patologías asociadas como por ejemplo, las fobias de impulsión. “¿Si mi mente me hace ver cosas que no existen, por qué no puede hacerme hacer cosas que no quiero?

Y es aquí donde probablemente radique una de las claves del tratamiento.

Posibles líneas de tratamiento

Para las personas que padecen este trastorno su mente se ha vuelto su peor enemigo e intuimos (aceptando el desconocimiento que existe sobre el tratamiento de este trastorno) que esta es una de las grandes claves. No existe un solo caso clínico de una persona con trastorno perceptivo persistente que haya llevado a cabo conductas indeseadas ni que haya experimentado un proceso pseudoalucinógeno constante (dos de los grandes miedos de las personas padecedoras). Por paradójico que parezca tenemos que enseñar a normalizar el síntoma para que la persona pueda integrarlo y “responsabilizarse de él“, es decir, el objetivo es eliminar conductas evitativas que puedan condicionar su día a día, readquiriendo el sentimiento de control.

¿Puedo verme las manos de caucho y continuar mi camino? La respuesta es sí, porque en el fondo el gran problema de estas personas no es la alteración de la percepción sino las emociones que éstas producen: miedo, pánico, terror.

Cómo he mencionado inicialmente la percepción no deja de tener un componente subjetivo, quizá tenga que aprender a “sumergirme” en mi subjetividad para encontrar “un mundo más objetivo”.

“Lo importante es estar consciente que yo, como persona, como SER, formo parte de mi realidad (conciencia de clase), de tal manera que también mis concepciones, percepciones, visiones, frustraciones, sentimientos, emociones, voluntades, preferencias… forman parte de mi realidad. Igual, tu realidad también implica tus concepciones, tus percepciones, tus visiones, tus frustraciones, tus sentimientos, tus emociones, tus voluntades, tus preferencias… las cuales pueden o no coinicidir con las mías, pero por eso no son más o no son menos realidad. No hay realidades objetivas sin subjetividades y justo por eso: la realidad más objetiva es la subjetiva”. 

Herman Van de Velde

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