“¡El problema es que no nos queremos hacernos mayores!” Quizás esta fue la clave que necesitaba para entender que realmente le pasa a una persona con agorafobia.
Ya había estudiado que la agorafobia se definía como el miedo a no poder salir de un sitio en situación de peligro, ya sabía que era el miedo al miedo, pero nunca se me había ocurrido que podría estar relacionada con un miedo o un no querer hacerse mayor.
Y a medida que el paciente hablaba se definía en mi cabeza una nueva manera de trabajar la agorafobia; de repente trabajar la crisis existencial de crecer. Ayudarles a manejar las responsabilidades que supone el crecimiento tomaba forma y sentido. Entendí que a veces cuando uno se hace mayor muy pronto no tiene ganas de seguir creciendo y lo que quiere es descansar de una vida emocionalmente dura.
Está claro que los orígenes de la agorafobia son muy variados y esta variable no se cumplen en todos los casos, pero debo decir que en mi experiencia como especialista en el tratamiento de la agorafobia muchas veces se confirma esta premisa – “Estoy hasta de ser adulta, de cuidar de los demás, me siento sola…”
Desafortunadamente pareciera que hacerse persona adulta implica ser autosuficiente con pudores en pedir ayuda y cariño; este vacío genera angustias que a su vez pueden degenerar en ansiedad o somatizaciones varias.
¡Es que si ser adulta fuera volverse gris yo tampoco lo desearía!
Imagen de portada de Chema Madoz.


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