Agorafobia, según la DSM IV-TR es la “ansiedad por se encontrar en lugares o situaciones en los cuales la fuga pueda ser difícil (o embarazosa) o en los cuales pueda no tener ayuda disponible en caso de tener un ataque de pánico inesperado o situacionalmiente predispuesto o situaciones semejantes al pánico. Las situaciones más comunes incluyen estar solo en casa; estar en una multitud o esperar en una fila; cruzar un puente y viajar en coche, autobús, tren o avión.”

La agorafobia es un conjunto de fobias, un conjunto de miedos que se desencadenan cuando la persona no se halla en lugar seguro. La persona sabe que su miedo es irracional, pero en el fondo no se termina de creer que no le ocurrirá nada fuera de ese lugar seguro, por muchas veces que intenten repetírselo.

Por paradójico que parezca, los ataques de pánico son resultado del miedo. A veces los sucesos estresantes provocan determinadas reacciones, activandose determinadas respuestas, propias de la ansiedad. Como resultado de dicha activación, aparece esa respuesta del estrés, con sus correspondientes síntomas. Si interpretamos esos síntomas de forma errónea, y pensamos que algo terrible nos está ocurriendo,  en lugar de codificar lo que nos pasa como una respuesta normal de nuestro cuerpo frente al estrés, podríamos entrar en pánico. La angustia que sentimos ante esa misma situación hace que nuestras sensaciones se incrementen, se hagan más intensas. De nuevo las reinterpretamos y nos centramos en esas sensaciones, desencadenándose entonces pensamientos catastrofistas en los que la persona cree estar en peligro, formándose una espiral, una pescadilla que se muerde la cola. La espiral termina cuando la persona cree realmente que la situación está bajo control, o bien cuando escapa hacia un lugar seguro.

Lo que más recuerdo es el miedo, miedo irracional, algo que no podía explicar, miedo a todo y a nada, y una sensación de soledad increíble, por no poder explicar de una manera coherente lo que sentí ese día.

En el año 1987 (Ost et al) identifican la edad media de comienzo de la agorafobia a los 28 años. 18 años después (Kessler, Berglund et al, 2005) establece la edad media de comienzo en los 24 años.

La posibilidad de padecer el trastorno en algún momento de la vida (USA National Comorbility Replication, 2005) es de un 3,5%, asociado a un trastorno de pánico de un 4,7% y sin historia de pánico de un 1,4%.

Los medios de transporte son escenarios habituales para sufrir crisis de pánico (en el gráfico los que más ansiedad acuasan a los pacientes de AMADAG) ya que son:

  • espacios cerrados y habitualmente llenos de gente.
  • no dependemos de nosotros mismos ni controlamos la conducción ni el momento de bajar del vehículo.

¿Por qué lo que es ansioso para una persona no tiene porqué serlo para otra?, sabemos que esas diferencias dependerán en gran medida de la trayectoria que haya seguido cada persona a la hora de enfrentarse a los estímulos que la rodean, es decir, de su propio proceso de aprendizaje, en el cual se integra y clasifica la información para configurar de una forma u otra la percepción de amenaza. La cuestión es que no sólo podemos entender el mecanismo del miedo desde el aprendizaje, existe también un sustrato biológico que incide a su vez en el padecimiento del miedo, una influencia biológica además de la del aprendizaje, siendo la confluencia de ambas la que dará lugar a la ansiedad vivida.

El organismo viene ya biológicamente preparado para enfrentarse a situaciones peligrosas y es posteriormente, a veces en etapas muy tempranas, cuando por experiencias personales la persona aprende a estar temeroso frente a estímulos neutros o en principio inocentes. Así podemos encontrar que hay personas con una respuesta biológicamente heredada que las hace más susceptibles a padecer trastornos de ansiedad que a otras.

Todo comienza con unas sensaciones, que interpretamos como desagradables. La angustia que sentimos ante esa misma situación hace que nuestras sensaciones se incrementen, se hagan más intensas. De nuevo las reinterpretamos y nos centramos en esas sensaciones, desencadenándose entonces pensamientos catastrofistas en los que la persona cree estar en peligro, formándose una espiral, una pescadilla que se muerde la cola. La espiral termina cuando la persona cree realmente que la situación está bajo control, o bien cuando escapa hacia un lugar seguro.

Los síntomas como taquicardia, desrealización y despersonalización, ahogo… pueden ir asociados a trastornos del estado de ánimo y otros problemas de ansiedad.

UN CURSO DE ANSIEDAD GRATIS

Aprende por qué sientes ansiedad y cómo transformarla en calma