En los tiempos que corren es muy probable que hayas oído ya hablar del mindfulness. Pero… ¿Sabemos realmente de que se trata? ¿Para qué sirve aprender mindfulness? ¿Resulta útil para trabajar los problemas de ansiedad?
Entendemos el mindfulness como una atención y conciencia plena del momento presente que experimenta la persona, que requiere una presencia atenta, intencionada y reflexiva. Hablamos de una conciencia que no interpreta y que por supuesto no enjuicia, dejando que los pensamientos, sentimientos o sensaciones que se viven en el momento sean reconocidos y aceptados tal cual son.
Aunque tanto en Occidente como en Oriente este ejercicio de atención y conciencia plena tiene una historia de miles de años, es de manera no muy lejana cuando ha sido incorporada en programas de mejora de la salud, como en tratamientos psicológicos para aliviar síntomas de la ansiedad. Aunque no hablamos en ningún momento del mindfulness como único tratamiento, los datos apuntan, que estamos ante un ejercicio que puede resultar un coadyuvante significativo, es decir, puede ser un complemento terapéutico muy útil para las personas aquejadas de problemáticas con la ansiedad.
Al aprender mindfulness se busca entrenar la conciencia metacognitiva, es decir, entrenar la habilidad atencional, mejorar la calidad de nuestra atención con el objetivo de hacernos conscientes de las reacciones automáticas y los procesos psicológicos sobreaprendidos que contribuyen a la aparición de los problemas psicológicos.
La incorporación del mindfulness en los tratamientos para las problemáticas ansiosas, se basa en la idea de que el trabajo con la conciencia metacognitiva, es capaz, con el tiempo, de alterar los circuitos automáticos creados.
Pongamos un ejemplo para que resulte más sencillo entender que significa operar desde la atención plena:
Imagina que debes observar con atención las sensaciones que aparecen en tu pecho y en tu vientre cuando respiras. Debes fijar tu atención en el vaivén de éstos. Como al respirar van hinchándose o deshinchándose. Fíjate en el roce de tu piel con tu ropa, en el contacto de tu cuerpo con el lugar donde estés sentado, en como tus pulmones se estiran, focaliza toda tu atención en tu respiración…
Es muy probable, que en este punto no hayas encontrado demasiadas dificultades. Ahora bien, si te pedimos que sigas realizando esta tarea durante 4 minutos, es bastante probable que antes de llegar a los 240 segundos, en algún momento hayas desconectado del ejercicio, es decir, hayas dejado de prestar atención, hayas olvidado aunque solo sea por un breve espacio de tiempo.
Este olvido es lo contrario del mindfulness. La atención plena, busca mantener una atención sostenida a determinado estímulo que se encuentra en el momento presente.
Comprobarás que esto no es tarea fácil, y es que requiere, como cualquier otra habilidad psicológica, entrenamiento, ya que no solo debo prestar atención a un determinado estimulo, sino que además debo prestar atención a mi propia atención.
Tomemos como ejemplo lo que ocurre en las personas que mantienen un conflicto con su ansiedad. ¿Qué ocurre normalmente cuando la persona empieza a contactar con pensamientos o con sensaciones físicas que preceden a un estado ansioso? Normalmente la persona pretende huir de lo que cree que va a pasar, procurando voluntariamente alejarse de éste estado a través de, por ejemplo, la distracción o el intento de control, suponiendo que al negarse a experimentar la ansiedad se puede ejercer un control sobre ésta. Como habréis podido observar, la negación radical que uno experimenta le lleva de forma paradójica a la experimentación de mayor ansiedad. Negarse a experimentar no conlleva conseguir disipar lo que está ocurriendo.
El entrenamiento en atención plena promueve la aceptación y normalización de sensaciones y emociones, dejando que éstas fluyan de manera natural, pudiéndonos así también desmontar las posibles creencias a cerca de la peligrosidad de experimentar determinadas sensaciones. De alguna manera, se posibilita que el sujeto permita que sus emociones, pensamientos, cambios fisiológicos… se regulen de acuerdo con nuestro propio y preciso sistema de autorregulación con el que cuenta de serie nuestro organismo.
Racionalizar y contextualizar una problemática es necesario para avanzar en nuestra proceso con la ansiedad, pero la experimentación y aceptación de nuestras propias sensaciones y emociones es parte imprescindible de éste camino. Esto es bien conocido y comprobado en un ámbito especialmente relevante de la intervención psicológica: los trastornos de ansiedad.
La exposición a las situaciones evocadoras de ansiedad y la experimentación de sus efectos es un elemento esencial en su tratamiento.
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