El detonante o el origen universal de la emoción del enfado se encuentra en la sensación de hallarse amenazado ya sea de forma física (peligra nuestra integridad), o bien que puedan dañar nuestra autoestima, superando nuestros límites o frustrado la consecución de un determinado objetivo. El enfado nos ayuda a protegernos de aquello que es susceptible de hacernos daño. Es útil para marcar unos límites coherentes con el mundo que nos rodea, con los demás y para expresar nuestras expectativas y necesidades. Vamos a explorar esa unión tan íntima entre enfado y ansiedad.
Esta emoción nos informa de que alguien ha traspasado una barrera, de que alguien no ha respetado nuestro límite, nuestro espacio personal ha sido invadido o algún obstáculo se interpone en nuestro camino. Nos aporta la energía necesaria para salvar ese obstáculo o para expresar que no deseamos que ese límite sea traspasado. Nos informa de que nuestra libertad está siendo coartada.
La ira es la cara más extrema del enfado, la mala gestión de esta emoción puede llevarnos a situaciones lamentables obteniendo el efecto contrario a lo que buscábamos en un principio, obteniendo consecuencias poco adaptativas para nosotros y para los que nos rodean.
Puede desorganizar nuestra manera de pensar y nuestras acciones. Cuando estamos bajo la influencia de la ira tendemos a actuar impulsivamente, nos cuesta pensar con claridad y por tanto no somos capaces de ver la repercusión de nuestro comportamiento. Supone una defensa cuando no es necesario. Ceder a la ira puede ser una forma de proteger nuestro orgullo, a veces es más fácil sentir ira que sentirnos heridos y ser conscientes de nuestra vulnerabilidad. De este modo, la ira dificulta reconocer nuestros propios sentimientos.
A nivel cognitivo: nuestra respuesta cognitiva dependerá de nuestra manera de interpretar las situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por sí sola no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un peligro o un posible peligro, puede dar lugar al enfado o la ira.
A nivel fisiológico: podemos tener diferentes respuestas ante una situación.
A nivel conductual: Una vez interpretada la situación y puesta en marcha nuestro cuerpo podemos optar por dos respuestas, o bien la huida de la situación o la lucha.
De una manera muy parecida al enfado/ira, la ansiedad es una reacción emocional relativamente intensa que aparece cuando detectamos o interpretamos que una situación es peligrosa, lo que supone para nosotros una posible amenaza.
Esta anticipación involuntaria implica un estado de alerta y ayuda a movilizar nuestros recursos para así emitir una respuesta ante el peligro: de lucha o escape. Dado que la interpretación de un estímulo (situación) como peligroso es subjetiva (al igual que en la ira), la respuesta de ansiedad puede darse ante situaciones que realmente no suponen ningún peligro para la supervivencia.
Alguno de vosotros habrá identificado a mitad de este post que la respuesta fisiológica de la ira/enfado se parece en muchísimos aspectos a la respuesta fisiológica de la ansiedad, esta es otra cosa en común que comparten estas dos emociones. Recordemos que ocurre en nuestro cuerpo cuando sentimos ansiedad:
¿Y a nivel cognitivo? Al igual que pasa con el enfado/ira va a depender de nuestra manera de interpretar las situaciones, es decir, la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un peligro o un posible peligro, puede darse la ansiedad.
¿Y a nivel conductual? Si el valor que le damos a la situación es de amenaza o peligro, la respuesta más probable será la de huida o escape (evitación).
Por último, hay que tener en cuenta que en numerosas ocasiones la ansiedad genera frustración, ya que podemos caer en los pensamientos del tipo “no soy capaz de enfrentarme a la situación”, “no debería de tener ansiedad”, “el resto de personas es normal y yo no…”, este tipo de pensamientos negativos (son solo unos pocos ejemplos) puede desencadenar en frustración y esta emoción está íntimamente relacionada con el enfado.
Como hemos podido observar ansiedad e ira van de la mano, tanto es así que algunas personas se les dificulta el poder identificarlas cuando las sienten, llegando a confundirlas. No os preocupéis, ya sabéis que ponerse en manos de un profesional cualificado nos ayudara tanto en el proceso de la ansiedad, como en una gestión adaptativa de la ira.
En nuestras redes sociales, en el podcast La teoría de la mente, en las consultas...…
Los mecanismos de defensa forman parte de nuestra vida cotidiana, aunque no nos percatemos de…
Mientras en occidente se emplea el método socrático para buscar la verdad última de las…
La presente guía fundamental sobre la ansiedad generalizada ofrece información general sobre la naturaleza, síntomas,…
Vivimos en un mundo en constante proceso de urbanización, eso implica grandes cuidades, construcción sin…
View Comments
Me gusta esta publicación,cuánto se aprende
Pues a nosotros nos gusta tu;). Feliz puente.
Nos ayudais A entender mejor ..... buen trabajo