Imagina cualquier día, te cruzas con un amigo que no te responde al saludo; cuando llegas a casa tu pareja tiene mala cara, recibes la mala noticia de que has sido despedido… Todas estas situaciones son inesperadas y nos hacen sentir que perdemos parte del control sobre los acontecimientos, lo que nos lleva a reflexionar sobre las causas de dichos acontecimientos. ¿Por qué nuestra mente es adicta a los porqués?
Sin embargo, cuando generamos atribuciones, podamos confirmarlas o no, nos es más fácil seguir adelante, ya que, por norma general tendemos a buscar las causas explicativas de la conducta, de manera especial cuando los resultados obtenidos no coinciden con nuestras expectativas previas.
Desde la cognición social y dentro de la percepción social, la atribución se entiende como, la explicación que elaboramos sobre las causas de la conducta de los demás y de uno mismo, esto nos ayuda a dar sentido, manejar y predecir el mundo social que nos rodea. Esta definición nos lleva a ver al fenómeno atributivo como un concepto fundamental para entender que, no es tanto la conducta quien genera el conflicto interpersonal o intergrupal, sino las distintas interpretaciones que de la misma conducta hacen el actor y el observador.
En el proceso de atribución la causa no es directamente observable, sino que es inferida por la persona que realiza el análisis causal. Por atribución causal podemos entender aquella interpretación que realizamos respecto a los elementos que tienen un cierto grado de responsabilidad sobre el resultado de una acción cognitiva o conducta. La atribución sería aquella inferencia que la persona realiza para determinar qué ocasiona la situación. Su importancia radica en que, dependiendo de esta consideración, la persona va a actuar de una u otra manera, evitando o fomentado esta causa.
Las atribuciones que realizamos repercuten directamente en nuestras emociones, autoconcepto y relaciones con los demás. Con ellas manejamos nuestro ambiente, salimos airosos de las situaciones y mantenemos nuestra imagen ante los demás.
Las funciones de las atribuciones suelen solaparse con las motivaciones que subyacen en ellas:
En verdad, tendemos a realizamos un análisis espontáneo de los acontecimientos sin que nos demos cuenta, pero no en todos los casos. Hay situaciones especialmente propicias para que se produzca este hecho.
Acontecimientos inesperados: Si un amigo nos niega ayuda buscaremos un porqué. Esto tiene que ver con el motivo motivacional de control. Buscaremos la razón a un acontecimiento inesperado para reducir la incertidumbre en el futuro y por lo tanto aumentar el control.
La no consecución de un objetivo: Si suspendemos un examen tenderemos a buscar el porqué de ese suspenso.
Fallos y éxitos: Cuando fallamos realizamos más atribuciones sobre nuestro comportamiento que cuando acertamos.
Acontecimientos negativos: Como las catástrofes. En general, se buscan explicaciones de estos acontecimientos. Sin embargo, tampoco puede afirmarse que el éxito no sea una experiencia igualmente intensa como para provocar explicaciones causales.
Según el modelo de covariación de Kelley, las personas hacen inferencias causales para explicar por qué otras personas se comportan de una manera determinada. Esta forma de realizar atribuciones tiene que ver con la percepción social y la autopercepción. Según este modelo, las causas de un resultado pueden ser:
Cualquier persona, al realizar una atribución, suele manejar una serie de elementos de información. Kelley distingue tres factores importantes: a) la persona, b) el estímulo, y c) la situación. La atribución de la respuesta de una persona a un estímulo en una determinada situación dependerá del grado de las siguientes fuentes de información:
Esto responde a la realidad, cómo las personas con estímulos similares se comportan en situaciones similares. Si la mayoría de las personas se comportan igual, es decir, sus reacciones son compartidas por muchos, el consenso es alto. Pero, si nadie o sólo unas pocas personas comparten las reacciones, el consenso es bajo. Para que lo entendamos mejor, en qué medida el comportamiento de una persona es compartido por otras en la misma situación.
Si la respuesta de una persona a diferentes estímulos y en diversas situaciones sigue siendo el mismo, entonces la consistencia es alta. Para clarificar, en qué medida el comportamiento de una persona es específico para ese tipo de estímulo.
Se trata, cómo una persona responde a situaciones diferentes. Existe una distinción muy baja si la persona reacciona de manera similar en todos o la mayoría de las situaciones. Sin embargo, si una persona reacciona de manera diferente en diferentes situaciones, se dice que el carácter distintivo es alto. En definitiva, en qué medida la persona se comporta igual en todas las ocasiones frente a la misma situación.
• Por ejemplo: consideremos una situación sencilla, como la de dos niños jugando en el recreo del colegio (circunstancias). Uno de ellos, Alberto (la persona), le pone una zancadilla al otro, RaúI (el estímulo). Nos preguntamos: ¿por qué le ha puesto Alberto la zancadilla a Raúl. Según Kelley, la combinación de alta intensidad en las tres fuentes de información (alta distintividad, alta consistencia y alto consenso) arroja una atribución segura al estímulo. Es decir, si sabemos que Alberto no pone la zancadilla a ningún otro niño (alta distintividad), que Alberto siempre le pone la zancadilla a Raúl (alta consistencia), y que otros niños también le ponen la zancadilla a RaúI (alto consenso), podemos inferir que causa de este comportamiento está en el estímulo (es decir, en Raúl).
• En el ejemplo, podemos pensar que alguna razón en relación con Raúl hace que tanto Alberto como otros niños le pongan la zancadilla en el recreo. Sin embargo, si sabemos que ningún otro niño le suele poner la zancadilla a Raúl (consenso bajo), que Alberto también les pone la zancadilla a otros niños (distintividad baja), y que Alberto ha puesto siempre la zancadilla a Raúl en otras ocasiones (consistencia alta), podemos pensar Alberto (persona) es la causa de tal comportamiento (por ejemplo, que se trata de un niño agresivo).
• Otro resultado posible tendríamos si obtenemos la información de que Alberto no ha puesto antes la zancadilla ni a Raúl (consistencia baja), ni a otros niños (distintividad alta), y que tampoco lo hacen otros niños (consenso bajo). En este caso, tendríamos que creer que por alguna circunstancia Alberto le ha puesto la zancadilla a Raúl en esta ocasión (atribución a la circunstancia). De esta manera pueden llegar a obtenerse ocho variaciones que plantea el modelo de 2x2x2.
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