“Tranquilízate, relájate y tienes que aprender a respirar” es la primera frase que oímos cada vez que estamos nerviosos/as. Sentimos como si nos faltara el aire, como si nos costase respirar, e incluso en ocasiones pensamos que podemos incluso hasta ahogarnos. Pero, ¿alguna vez te has parado a pensar por qué es así?
Existen tres grandes tipos de respiración. La mayor parte de las personas respiran únicamente “sacando” pecho (respiración torácica) y/o levantando incluso a veces los hombros (respiración clavicular). El ritmo de vida actual, marcado por la rapidez y la inmediatez, favorece estos tipos de respiración, que resultan ser rápidos, incompletos o entrecortados y superficiales, porque no aportan al organismo todo el oxígeno necesario. De hecho, si respiramos de esta forma durante mucho tiempo, pueden incluso aparecer síntomas de activación como dificultades respiratorias, malestar en el pecho, palpitaciones… y si no, parémonos un momento a pensar: ¿cómo respiramos cuando hiperventilamos? ¿Y cuándo estamos nerviosos? Probablemente la respuesta que haya pasado por tu mente ahora mismo sea con alguno de estos dos grandes tipos de respiración, puesto que suelen ser los más comunes en estados de ansiedad.
En cambio, el tercer tipo de respiración, la respiración diafragmática o abdominal (como su propio nombre indica, respirar de forma regular, lenta y profundamente con el abdomen) es la que, de forma natural, permite con menos esfuerzo un intercambio más eficiente entre el oxígeno que inspiramos y el CO2 que expulsamos.
Aprender a respirar con el abdomen es una de las estrategias de relajación “estrella” de regulación emocional puesto que con ella conseguimos gestionar de forma adecuada nuestras emociones (como la ansiedad). ¿Cómo? Aprendiendo a controlar voluntariamente nuestra respiración con el objetivo de manejar y reducir la ansiedad o activación excesiva de forma eficaz, gracias a que cuenta con innumerables ventajas:
Ya conoces las razones por las que aprender a respirar de forma abdominal consigue reducir la ansiedad, así que ya sabes: “Ante todo, respira”.
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Vencí a la agorafobia gracias a la práctica de saber respirar.
Si controlas tu respiración controlas tu mente.
Tienes mucha razón.