“Pienso, luego existo” es la histórica frase de Descartes que sirvió para expresar uno de los principios filosóficos fundamentales de la filosofía moderna. En unos tiempos en los que el conocimiento y la sabiduría son la puerta al progreso y evolución humanos, en los que lo racional parece más adaptativo que lo irracional para orquestar nuestros comportamientos, y en los que “recolocar” nuestro cerebro a base de reflexionar es considerado uno de los métodos más apreciados para sobrellevar mejor nuestras circunstancias… se nos cuela entremedias una interesante palabra: hiperreflexibilidad. ¿Qué es? ¿nos es de ayuda? ¿o por el contrario nos perjudica? ¿puede llevarnos a desarrollar un trastorno mental?
Reflexionar, o pensar con atención y detenimiento acerca de cualquier cuestión, es una extraordinaria capacidad que nos ayuda a organizar información y valorar lo que nos resulta importante, para así formarnos una opinión y tomar decisiones en nuestra vida. De hecho, seguro que crees que a más de uno o de una le hace falta entrenarse más al respecto a día de hoy; y sí, en ocasiones nos hace falta reflexionar más algunos asuntos, tener más claro qué nos motiva, ser más honestos y conscientes de nuestra propia persona para así ser menos críticos con los demás…
Las personas reflexivas, en general, sopesamos las circunstancias y problemas, acudimos a procesos de introspección para tomar decisiones y hallar soluciones, pensamos mucho antes y después de actuar, y nos apoyamos en el razonamiento buscando en nuestro interior las respuestas que aclaren nuestras preguntas. Sin embargo, la capacidad de reflexión e introspección (que trae mayores beneficios en comparación con tomar decisiones impulsivas que a la larga puedan volverse contra nosotros) no siempre es una ventaja. Ser muy reflexivos puede tener un efecto paradójico: por un lado, nos hace más lúcidos y dichosos; por otro, puede llevarnos a sentirnos atormentados y desdichados. De esto último es de lo que viene a hablarnos la hiperreflexibilidad.
Como su prefijo hiper indica, hiperreflexibilidad es una forma reflexión incrementada, excesiva, sobre todo centrada en uno mismo, en la que se intensifica la autoconciencia. Como apunta el psicólogo clínico y antiguo Catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo Marino Pérez Álvarez, cuando la actividad de reflexionar se torna obsesiva y se centra en el sí mismo de manera casi constante, más que reflexionando estaríamos hiperreflexionando acerca de nosotros.
Es una capacidad mental que puede ser adaptativa (cuando uno se cuestiona algo y lo soluciona) o patógena (cuando uno se cuestiona algo de forma extremadamente analítica), tanto es así que a veces nos quedamos bloqueados dudando de lo que inicialmente pusimos en duda. Conceptos como «rumiación», «obsesión» o «autofocalización del pensamiento» estarían relacionados con la hiperreflexividad.
Hiperreflexionar de forma sostenida en el tiempo tiene en sí mismo ciertas consecuencias para la persona:
Marino Pérez Álvarez aboga en su tesis que la hiperreflexibilidad no es un fenómeno psicológico universal que compartamos todos los seres humanos, sino que es un fenómeno que se ha ido dibujando a través de los tiempos y en algunas culturas.
Y es que el proceso de interiorización de la identidad, del Yo, comenzó en la antigua Grecia y había recibido un fuerte avance en el Renacimiento, pero, de acuerdo con Pérez Álvarez, y otros autores como Saavedra y Vélez, no fue hasta el Romanticismo cuando se dio la culminación de la concepción autónoma, independiente y reflexiva del self; se produjo un auge del cultivo de un mundo interior manifiestamente separado del mundo exterior, todo ello acompañado por un creciente desencanto con la realidad.
Por tanto, fue a partir del Romanticismo cuando se dibuja la hiperreflexión como un tipo de defensa contra un mundo que resulta extraño, y a su vez se incorpora la idea del Yo desde el estatus que hoy conocemos, algo que establece una estrecha relación con cómo concebimos los trastornos mentales a día de hoy. Como consecuencia del individualismo alcanzado tiempo atrás por el ser humano, pagamos un tributo especial, una especie de autoconciencia intensificada, que toma la forma de preocupaciones, desasosiego, rumia de pensamientos, atención autofocalizada e hiperreflexividad.
Es por esto que este autor defiende que la hiperreflexibilidad es un tipo de funcionamiento alterado que no es consecuencia de tener un trastorno mental, sino que más bien puede ser la causa. Nos viene a decir que en la vida los seres humanos transitamos por diferentes conflictos, dificultades y frustraciones, y que es la hiperreflexibilidad la que convierte estos problemas, que en principio no tendrían nada de particular salvo el ser dolorosos, en problemas psicológicos del individuo, patológicos de la experiencia interna, catalogados culturalmente hoy como trastornos mentales. Dando lugar una amplia variedad de problemas diagnosticados con categorías como: ansiedad, depresión, trastorno obsesivo-compulsivo, fobia social, ataques de pánico, anorexia, esquizofrenia, etc.
Es cierto que en la mayoría de casos el exceso de reflexión está en la base de muchas experiencias íntimas que producen dolor y angustia a las personas que acuden a la consulta. Las personas que hiperreflexionan suelen plantearse preguntas como: “no sé quién soy”,” yo no soy nadie”, “nadie sabe cómo soy realmente”, “me encuentro vacío”, “tengo que ser yo mismo”, etc. esa auto-conciencia excesiva, o un centrarse en sí mismo por encima de todo, pueden ser las variables clave que lleven a una persona a desarrollar problemas psicológicos, ya que la atención está rígidamente condicionada por los eventos privados y esto le impide tener un contacto real con las contingencias directas del mundo que le rodean, interfiriendo con el curso de su vida.
Pero una conciencia intensificada en aspectos de uno mismo no tiene que ser psicopatológica. Por ejemplo, la meditación o el mindfulness (su versión occidentalizada), es terapéuticamente efectiva y estaríamos hablando de una práctica en la que se desarrolla un tipo de reflexividad intensificada, de conciencia plena. La diferencia es que se basa en una aceptación incondicional del auto-conocimiento, centrado en el aquí y ahora, y no valorativa de las experiencias y del entorno.
Una toma de conciencia saludable pasa por buscar dentro de nosotros al ponernos en contacto con nuestro contexto, en ser nuestro propio individuo en el entorno, dejarnos llevar más por la actuación que por la reflexión obsesiva, dejar de gastar energía rechazando tajantemente aquello que nos perturba y convivir de la mejor manera que podamos con ello. Porque el mundo a veces puede resultar extraño y no nos faltan ganas de desear que fuese de otra forma, pero quizás la idea no sea tanto intentar controlarlo o aislarnos porque no lo conseguimos, sino apostar por descubrir nuestra capacidad de adaptación.
Fuentes:
Artículo de Rafael Ferro García y Luis Valero “Hipótesis Transdiagnóstica desde la Psicoterapia Analítica Funcional: La formación del Yo y sus problemas”. Revista Brasileira de Terapia Comportamental e Cognitiva, vol. 19 nº3, 145-165.
Artículo de Marino Pérez-Alvárez “Hyperreflexivity as a condition of mental disorder: A clinical and historical perspective”. Revista Psicothema, vol. 2 nº2, 181-187.
Artículo de Saavedra, J. y Vélez, R. (2011). “The other self: psychopathology and literature”. Journal of Medical Humanities, vol. 32, 257-67.
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