Todo el mundo siente miedo, con mas o menos intensidad, focalizado a una situación determinada o no, ante un peligro real o imaginario. Sin embargo, en ocasiones el miedo deja de ser adaptativo, para convertirse en algo que nos impide llevar una vida “normal” (aunque usted es quien decide que es una vida normal y que no lo es). Cuando el miedo ha llegado a ese limite podemos hablar de “fobias”.
Por lo tanto se puede dar una definición para fobia tan sencilla como aquel miedo que impide realizar y desarrollar nuestra vida tal y como queremos que sea.
Actualmente se diferencian tres tipos de fobias:
Cuando hablamos de fobia específica estamos hablando de un miedo focalizado a una fuente determinada o circunstancia específica (claustrofobia, aracnofobia, fobia de impulsión…). Sabemos de donde viene el miedo. Sin embargo este mismo criterio no se puede aplicar para la fobia social y la agorafobia. La fuente del miedo en ese caso no es algo tangible, que podamos ver, oír, oler o tocar. Para un observador externo, e incluso para aquellos que las padecen no parece que hubiera nada que realmente les causase miedo, ni siquiera ninguna razón real para sentirlo. Aquello que desencadena el miedo varía muchísimo de unas personas a otras, y tampoco se teme siempre a las mismas situaciones.
Es necesario un tratamiento que englobe varias perspectivas, dado que no existe ninguna técnica que valga para todos, ni ninguna corriente universal con la que todo el mundo funcione igual.
La perspectiva cognitivo conductual sienta una buena base. Al igual que el entrenamiento en habilidades sociales, relajación… sin embargo es necesario tomar partido por otras corrientes, que nos proporcionan una visión mas global del trastorno.
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