¿Es verdad que las personas optimistas gozan de mejor salud?

El optimismo o la tendencia a enfocar la vida a través de una lente que acentúa los aspectos favorables es un excelente protector de nuestra salud en el más amplio sentido de la palabra. En palabras de la OMS, la salud no es sólo la ausencia de enfermedades, sino el estado de bienestar físico, mental y social que constituye la base de nuestra felicidad.

La medicina psicosomática, muy presente en nuestros días, entiende la mente y el cuerpo como una unidad. Hoy existen disciplinas como la neuropsicoinmunología, encargada de estudiar la relación entre el sistema nervioso, las defensas del organismo y procesos psicológicos.

Como explica Luis Rojas Marcos, psiquiatra sevillano experto en temas sociales y de salud pública, hoy se sabe que existe una constante comunicación entre las neuronas encargadas del estado emocional, las que regulan los pensamientos y las que controlan el sistema nervioso vegetativo, el cual regula el ritmo del corazón, la presión arterial, el aparato digestivo, la secreción de hormonas y el sistema inmunológico protector.

Las emociones, sentimientos y estados de ánimo positivos siempre se han relacionado con un mejor estado de salud, y en los últimos años se han acumulado investigaciones que lo atestiguan.

Analizando los datos del seguimiento de la salud de un gran número de mujeres, un estudio de la Escuela de Salud Pública de Harvard concluye que las mujeres más optimistas mostraban un 52% menos de riesgo de morir de infección, un 39% menos de hacerlo de ictus, un 38% menos posibilidades de fallecer de enfermedad cardiaca o respiratoria y un 16% menos de hacerlo de cáncer. Y sus conclusiones se consideran extrapolables a los hombres.

El director del estudio, Eric Kim, explicó al presentarlo que no es solo que las personas optimistas tiendan a actuar de forma más saludable, coman mejor, hagan más ejercicio y duerman mejor; también se ha visto correlación con condiciones fisiológicas de menor inflamación, niveles más saludables de lípidos en sangre y más antioxidantes que protegen a las células de daños.

Estudios previos ya habían revelado que los optimistas presentan niveles más bajos de cortisol, la llamada hormona el estrés, que contribuye, entre otras cosas, a elevar la presión sanguínea y debilitar el sistema inmune. Otras investigaciones relacionan el pesimismo con la disminución de catecolaminas y una mayor secreción de endorfinas, lo que implica menor actividad del sistema inmunológico y propicia el incremento de las enfermedades infecciosas.

Antonio Vallés, especialista en Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante, afirma que el mecanismo por el que actúa el optimismo se explica por el fortalecimiento del sistema autoinmune.

No es que el optimismo cure la enfermedad, sino que proporciona al organismo, a través del sistema inmunológico, más recursos bioquímicos para luchar contra ella; a través de los cambios fisiológicos que suscitan estados mentales y rasgos psicológicos como la esperanza, el pensamiento positivo y la extroversión o la tendencia a hablar y compartir. Esto reduce la intensidad de los síntomas y promueve una mejor recuperación y un aumento de la sensación del bienestar.

Los expertos aseguran que el sistema perceptivo de las personas optimistas funciona de forma opuesta al de los pesimistas tanto ante circunstancias o hechos positivos como ante los negativos.
Según Eric Kim, “ser optimista no significa estar siempre alegre, sino creer que pasarán cosas buenas en el futuro”. Estas personas tienden a tener un locus de control interno, es decir, localizan el centro de control dentro de ellas mismas, considerando que conducen su propia vida. La persona pesimista suele situar el control de su vida en manos del destino y ve los fallos y aciertos como una circunstancia ajena a sí misma, es decir, presenta un locus de control externo.

Cuando la preocupación nos lleva a la ansiedad, nuestro sistema nervioso autónomo o vegetativo se hiperactiva y altera el equilibrio homeostático del organismo. Los estados de ánimo que suelen acompañar al pesimismo, como la desconfianza, la impotencia y el fatalismo persistentes, alteran el sistema inmunológico y endocrino, dañan nuestras defensas naturales y contribuyen a producir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, ciertos tipos de cáncer e infecciones.

Respecto al factor genético, Rojas Marcos explica que hay genes que estimulan personalidades optimistas y extrovertidas, como el 5-HTTLPR, que regula la absorción de la hormona serotonina, responsable de la producción de emociones placenteras. Sin embargo, la base biológica puede ser modificada por las experiencias y los factores culturales.

Existe una tendencia a equiparar el optimismo con la ingenuidad o la inocencia, pero hoy está demostrado que la perspectiva optimista es perfectamente compatible con la sensatez a la hora de resolver situaciones complicadas.

El optimismo inteligente, razonable o estratégico (no ilusorio) es un aprendizaje de vida consecuencia de la educación, la socialización y las experiencias personales, que pueden provocar que una persona sea más o menos optimista, según Vallés.

Las personas optimistas guardan y evocan preferentemente los buenos recuerdos, lo que las predispone a “pasar página” y confiar en el presente; donde catalogan los fracasos como transitorios y como medio de aprendizaje, y en cuanto al futuro se muestran esperanzadas y confiadas, lo cual les permite impulsarse a superar las adversidades.

En ocasiones algunas de las experiencias vividas pueden ocasionarnos estados emocionales contrarios a esta manera de entender la vida, y generarnos mucho sufrimiento. Cuando nos quedamos atascados en el dolor llevamos unas “gafas oscuras” y mal graduadas que distorsionan la realidad de forma negativa. Esto afecta directamente a nuestra salud y refuerza circuitos de estrés que, mediante la acción de determinadas hormonas y sustancias neurológicas, también puede propiciar la aparición de dolor, malestar y enfermedad física.

En terapia pueden trabajarse estas cuestiones para asegurar que en el futuro podremos gozar de una mejor salud integral y disfrutar la vida en plenas condiciones. Pocas tareas son tan importantes como aquellas que protegen nuestra salud y facilitan nuestra felicidad.

 

Imagen de portada de Luciano Lozano.

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