En la película “Ciudadano Kane” se cuenta la historia de un hombre, un poderoso magnate que tiene a su alcance todo lo que nos podamos desear: todo tipo de lujos, poder, respeto por parte de todo aquel que le rodea, etc. La última y única palabra que se registró de él fue “Rosewood”; un periodista que lo escuchó se planteó investigarlo, ¿qué querría decir uno de los hombres más poderosos del mundo con esa única palabra? Pues bien, descubrió que Rosewood era el nombre de un trineo con el que jugaba cuando era pequeño, el cual simbolizaba para él la única parte de afecto que sintió a lo largo de toda su vida; era el símbolo del contacto humano, del único afecto y la emoción que luego nunca pudo sentir con nadie el resto de su vida.

Vivimos de tal forma que nos gusta poseer objetos de valor para sentir que tenemos valía y así experimentar que no nos falta nada más; pero realmente ¿qué es lo que nos hace sentir completos por naturaleza a los seres humanos?, ¿qué es ser feliz?

La verdad es que nadie puede responder fehacientemente a esas cuestiones, pero sí es cierto que al plantearlas, cada uno suele experimentar un sentido de la responsabilidad para consigo mismo. Y es que, a lo mejor lo que nos hace ser felices tiene relación con lo que invertimos, con el esfuerzo que desarrollamos para sentir que rozamos esa felicidad deseada.

felicidad

¿Y si de lo que se trata al final es que yo invierta en la vida?

Si nos planteamos que la vida finalmente será lo que invirtamos, surgen dudas a cerca de cómo realizar esa inversión; tendemos a pensar que siempre habrá otro mejor momento para enfrentarnos a la tensión que nos provoca nuestro miedo, a que quizás más adelante nuestras circunstancias serán distintas y por lo tanto más favorables, o que, simplemente, ya nos sentiremos mejor en un futuro para poder abordar nuestras inquietudes. Partiendo de esta serie de posturas, podemos descubrirnos adoptando una posición al respecto como si estuviésemos “de paso” por la agorafobia, pensando que ya haremos lo que deseamos cuando nuestra sensación cambie “algún día…”.

Sin embargo, un enfoque más beneficioso y terapéutico consistiría en admitir que estamos donde estamos, y que, a lo mejor, lo que queremos llevar a cabo podemos llegar a desarrollarlo en el aquí y ahora. Pequeños pasos conforman uno más grande. Por lo que debemos tomar conciencia de que, en realidad, la agorafobia no es que sea una cosa de paso, sino que, es precisamente lo que nos está pasando.

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