Una semana más, continuamos nuestra sección de historias. Hoy es el turno de Kitty Genovese. Catherine (Kitty) Genovese fue una mujer estadounidense de 28 años de edad que murió brutalmente apuñalada en los años 60 cerca de su casa en el barrio de Queens (Nueva York). Lo más llamativo del caso fueron precisamente las circunstancias que rodearon su muerte. ¿Quieres saber más?

El 13 de marzo de 1964, Kitty Genovese volvía a casa de madrugada, tras una larga jornada laboral. Pero no volvía sola, como ella creía. Un coche conducido por Winston Moseley, un violador y asesino en serie, seguía sus pasos de cerca. Kitty aparcó su coche a escasos metros de su casa e, inesperadamente, Winston se le abalanzó por la espalda y le asestó dos puñaladas. Kitty comenzó a gritar y pedir ayuda pero, sorprendentemente, ninguno de sus vecinos intervino. Kitty consiguió escapar de su atacante pero éste, diez minutos después, la encontró de nuevo, la violó y continuó apuñalándola durante media hora. Kitty intentó defenderse como pudo, con la única ayuda que la suya propia, pero falleció en la ambulancia, de camino al hospital.

La investigación policial posterior determinó que al menos doce vecinos habían oído o visto lo ocurrido, siendo testigos parciales del violento ataque pero, ¿por qué nadie hizo nada? ¿Por qué nadie se acercó a ayudarla y auxiliarla, aun habiendo escuchado sus gritos y petición de ayuda? ¿Nadie quería ayudarla?

El “caso Genovese” llenó las portadas de los medios de comunicación de la época. Nadie conseguía entender esa “insensibilidad” ante la petición de ayuda y auxilio, convirtiéndose en un caso que conmocionó a la sociedad. John Darley y Bibb Latané, dos psicólogos sociales, se interesaron por el tema e intentaron dar respuesta a este enigma cuatro años después. La explicación al comportamiento de los vecinos constituye el llamado “efecto espectador”, según el cual la responsabilidad se divide, diluye o reparte entre los observadores de un suceso de emergencia, asumiendo cada uno de ellos que será otro quien intervendrá y, por tanto, pensando que es innecesario o redundante que él mismo lleve a cabo la misma conducta –en este caso, llamar a la policía-, sintiéndose menos responsable. Es más, paradójicamente, el estudio concluyó que a mayor número de espectadores observando una escena de peligro, menor probabilidad de que alguien se responsabilice individualmente y ayude a la víctima.

Este fenómeno es más común de lo que piensas. ¿Te has quedado alguna vez “impasible” ante una emergencia o injusticia social, sin decir o hacer nada por evitarlo? Ahora ya sabes por qué, quizá se deba a este efecto de la difusión de la responsabilidad entre todos los observadores implicados, incluido/a tú. Así que ya sabes, la próxima vez que estés en peligro y necesites ayuda, ¡confía en que sólo haya una persona a tu alrededor! Bromas aparte, la buena noticia es que, sabiendo que este fenómeno existe, podemos fácilmente sobreponernos a ello: basta que reaccione una persona para que el resto actúe de la misma forma rápidamente. Está en nuestra mano poder cambiar la situación.

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