Un episodio de despersonalización es una experiencia en la que la persona se vive a sí misma como extraña. Puede llegar a notarse o verse diferente, extrañar su cuerpo y observar sus pensamientos y sentimientos con cierta distancia, sintiéndose fuera de su Yo. Las personas que lo han vivido suelen describirlo, con mucha dificultad, como si en su esencia se perdiese algo, la sensación de estar desconectados de sí mismos o sentirse como un robot. Si quieres comprender un poco mejor esta experiencia o te ha sucedido esto alguna vez, no olvides estos cuatro puntos:

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1. Lo experimentan muchas más personas de las que seguramente crees.

La despersonalización suele ser un síntoma de otros trastornos, entre ellos el trastorno por estrés postraumático, trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, el experimentar ansiedad intensa durante una larga época de nuestra vida, algunos estados depresivos, algunas manifestaciones de la epilepsia o incluso aparecer en episodios de migrañas intensas (no en la cefalea tensional). También puede darse a raíz del consumo de sustancias o tóxicos como el cannabis u otras drogas.

Pese a la variedad de factores que vemos pueden desencadenar esta experiencia que se vive con mucha dificultad, en la mayor parte de los casos su aparición viene ligada a problemas de ansiedad.

Para muchas personas los síntomas son leves, aparecen de forma puntual y duran unos minutos. Para otros, puede alargarse en el tiempo afectando al funcionamiento de buena parte del día. De hecho existen datos que indican que entre el 20 y el 40% de la población general ha padecido una experiencia transitoria o puntual de despersonalización, y se estima que el 2% de la población general presentan síntomas que viven como recurrentes.

2. Es un mecanismo de defensa

Generalmente estamos hablando de personas que han vivido acontecimientos o periodos de estrés o ansiedad muy intensa en algún momento o época de su vida, ya sea en el pasado o estar sucediendo en el presente. Cuando esto nos sucede, y la despersonalización surge como un síntoma de aquello, solemos vivirlo con extrañeza y miedo porque no sabemos ni comprendemos lo que nos está pasando. Si además lo experimentamos de forma regular o frecuente, podemos llegar a entender que la persona quizás lo viva con mucha angustia; sentirá que tiene que lidiar habitualmente con la sensación de ser un observador ajeno de su propia vida.

En estos casos tenemos que saber lo que ocurre realmente y quitarle credibilidad a lo que creemos o interpretamos que ocurre: y es que cuando vivimos una realidad muy difícil de digerir nuestro cuerpo tiene que disociar mecanismos, tiene que aprender a separarse de las emociones para sobrevivir. En momentos tan difíciles necesito ser operativo, y si estoy pegado a mis emociones en ese instante no soy capaz de sobrellevar mi realidad. Así que cuando una persona pasa por una despersonalización es porque su organismo decide desconectar temporalmente la experimentación de emociones para manejarse con lo que está sucediendo y seguir viviendo.

El sentido de este síntoma es ser el mecanismo de supervivencia de quien lo experimenta en etapas de estrés muy prolongadas.

3. La persona no pierde el contacto con la realidad

Estas sensaciones de estar separados del cuerpo o de los procesos mentales propios, hacen que las personas podamos sentir mucho miedo al interpretarlo como un signo de locura. Lejos de esto y sabiendo que, aunque pueda resultar desagradable, es un mecanismo de defensa natural, la persona no pierde en ningún momento el sentido de la razón, es más, continuamos percibiendo la realidad y a nosotros mismos.

Vivimos esas sensaciones como extrañas pero, como vimos antes, son muy frecuentes. No ocurre nada grave. Estar asustado no significa que estemos locos. La persona está en la realidad y su sentido de la realidad está conservado; se siente ajeno a sí mismo pero en todo momento es consciente de lo que sucede a su alrededor.

Siempre conservamos la noción de que nuestra experiencia percibida es “extraña o irreal” y que no es real, es decir, no es que no seamos capaces de percibirnos sino que nos da pavor el no hacerlo como acostumbramos. Esta conciencia de lo que sucede, diferencia tangencialmente la experiencia de despersonalización de un trastorno de psicótico, en el cual a la persona siempre le falta esta perspectiva.

Por tanto no es que perdamos el contacto con la realidad, simplemente la vivimos en un estado de conciencia diferente al que estamos acostumbrados. Tengamos en cuenta que estar en estados alterados de conciencia no significa que estemos fuera de ella; por ejemplo vivimos otros estados de conciencia diferentes en los instantes recién levantados o cuando nos parece ver una caída o accidente a cámara lenta.

El miedo que podemos tener es a que esa forma de percibirnos se quede así para siempre, pero esto no es así, nuestro cerebro tiene sus límites y no es capaz de mantenernos en ese estado constantemente y permanentemente en el tiempo.

4. La autoobservación hace que se mantenga

De hecho, y por paradójico que nos parezca, lo que aumenta la frecuencia de aparición y duración de los episodios en los que nos despersonalizamos es la tremenda atención que les concedemos. A menudo reaparece porque nos obsesionamos con lo que sentimos y lo que la mantiene es la propia autoobservación. Éste es un proceso que podemos intentar disminuir a voluntad a pesar de que, generalmente, lo aumentemos sin desearlo, por temor a que sea el reflejo de una cuestión de salud grave o de locura.

Cuando la persona se siente amenazada por estas sensaciones y le parecen indicativas de alguna patología grave, hace que se centre en si están o no, busca en qué contextos se producen o si van asociada a algún dolor o molestia. Este proceso de atención potencia todavía más las sensaciones de ansiedad, y por tanto multiplica la probabilidad de la despersonalización.

Hay una serie de cuestiones a las que reconducir nuestra atención y aceptación, proceso que resultará más beneficioso que atender a las percepciones de extrañeza:

  • Seguramente seamos personas más sensibles que otros, percibiendo con más facilidad e intensidad cambios o estímulos externos e internos. Igual que algunos tienen problemas de diabetes otros tienen otros tipos de predisposiciones, quizá la nuestra sea sentirnos a nosotros mismos más “a flor de piel”.
  • La necesidad de control es el alimento de nuestro síntoma. Percibimos cosas que normalmente el cerebro puede sentir y codificar casi de forma automática, pero en estos casos nos estamos cuestionando qué percibimos de nosotros mismos, lo que deberíamos percibir y lo que no. El querer controlar la sensación hace que estemos enganchándonos a ella y estemos pendientes de si aparece o no aparece.
  • Esto último es lo que nos aporta esa sensación de extrañeza, dando lugar un proceso obsesivo. Comenzamos a obsesionarnos con nuestra visión de nosotros mismos y la revisamos una y otra vez como con una lupa. Este análisis constante y pormenorizado de lo que percibimos hará que todo pierda sentido, nos confundamos aún más y alimentemos nuestro temor a este tipo de síntomas. Y sino, probemos a decir cuchara 20 veces seguidas… llegará un momento que nos suene raro y pierda su sentido.

La razón se pierde razonando, decía Antonio Porchia. Dedicar la mayor parte de nuestra atención a si aparece o no este síntoma propio de la ansiedad y la búsqueda incansable de lo que deberíamos sentir hace que muchas personas convivan constantemente con sentimientos de extrañeza hacia sí mismos, se sientan impedidas y tengan que enfrentarse a una vida que sienten crónicamente dolorosa. Sin embargo, incluso los síntomas de despersonalización persistentes o recurrentes pueden trastocar de forma mínima a la persona si se es consciente del origen, naturaleza y significado de este estado alterado de conciencia.

Trabajando conjuntamente con un profesional a través de psicoterapia, se puede suprimir el sentimiento subjetivo de despersonalización desarrollando herramientas que nos anclen a los sentidos y a la noción de sentirse a sí mismo/a, trabajando con aspectos que estén favoreciendo su aparición como la necesidad de control, y desarrollando estrategias para reconducir nuestra atención a otros pensamientos o actividades.

 

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