Compararte con los demás te impide ser feliz y aún así es común descubrirnos haciéndolo de manera habitual, a veces de una manera tan automática que no somos ni siquiera conscientes. Y es que compararme con los demás puede llegar a convertirse en un hábito. Vivimos en en una sociedad que nos incita a compararnos, las redes sociales se han convertido en escaparates donde mostrar vidas perfectas, donde enseñar lo que tenemos , lo felices y guapos que somos… y acabamos comparándonos ni siquiera con otros, sino con realidades que no existen. Necesitamos saber lo buenos o malos que somos y eso lo haremos midiéndonos con los otros. Queremos lo que otros tienen, anhelamos vidas que imaginamos perfectas y sin darnos cuenta alimentamos pensamientos negativos, emociones desagradables y autoestima por los suelos.

¿Por qué compararme con los demás me impide ser feliz?

Pero si compararme con los demás me ha subido el ánimo muchas veces, ¿Por qué voy a dejar de hacerlo?” Es cierto que a veces nos comparamos y a nuestro juicio “salimos ganando” y así damos de comer un poco a nuestro ego, (“me ha salido el examen mejor que a ti” “he conseguido hacer más km que tú en la carrera“) Ocurre que aunque a priori pueda parecer apetecible la idea de compararme, debemos tener en cuenta que nos estaremos premiando según lo que han conseguido los otros, dejando muchas veces de lado nuestra propia valía o esfuerzo, utilizando un locus de evaluación externo, que se traducirá en que hacer las cosas bien sea algo que esté más en lo que hagan los otros, que en mi propio esfuerzo . Esto invalida directamente la idea de que mis logros están en mi trabajo y cualidades, lo que puede acabar reduciendo nuestra percepción de eficacia y motivación hacia la futura tarea.

Sin embargo, también debemos tener en cuenta, que en otras muchas ocasiones al compararme con los demás  “saldremos perdiendo“, y es que debemos aceptar la idea de que en nuestra vida encontraremos personas más exitosas que nosotros, más cultas, más rápidas, con más talento en algunas tareas… por lo que si siempre soy en función de lo que son los demás tengo grandes posibilidades de acabar haciéndome un destrozo emocional y por ende mermándome el autoestima.

La conclusión, es que la medición de nosotros mismos utilizando una comparativa con los otros será una píldora muy potente para hacernos daño.

Es posible que María tenga más reconocimiento y sea más rápida en entregar los informes en la empresa, pero es posible que yo también tenga que lidiar con otras muchas cosas que me impiden ser tan rápida. Quiero decir que cada uno tiene una historia de vida diferente, que por ende nos sitúa en puntos diferentes de partida y nos condiciona.

Es común que midamos nuestra satisfacción con nosotros mismos haciéndonos la pregunta: “¿Esto también le pasa a los demás?” Si es así, nos daremos por validos, pero si no lo es imprimiremos directamente la etiqueta de “no válido” y nos la pegaremos en la frente. Y es que queremos ser tanto “como los demás“, que el mundo acaba queriendo ser algo que ni siquiera existe.

Queremos tener lo que valoramos como positivo del otro, y el otro quiere también lo nuestro, y al final creamos un mundo donde la propia aceptación va quedando en un segundo plano, donde la comunicación de los problemas, complejos, dificultades es más un reconocimiento de la debilidad que una expresión de la naturalidad y realidad del ser humano.

Observar y aprender. El otro siempre será útil para nosotros, podrá ser ejemplo para motivarnos, para mejorar, para exprimir lo mejor de nosotros. Aprender del otro en vez de competir con él será un ejercicio sano, que me permitirá valorarme, valorar a los demás y adquirir una perspectiva mucho más acertada y productiva.

¡NUESTRO NUEVO LIBRO YA A LA VENTA!