La semana pasada estuvimos hablando en nuestro blog sobre la resiliencia (si aún no has podido leer la entrada anterior del blog, pincha aquí ). Como comentábamos, la resiliencia es la capacidad humana para sobreponerse, adaptarse y superar las adversidades (e incluso salir fortalecidos de ellas, aprendiendo de ellas). No implica no sufrir, sino poder aprender de esa situación para salir adelante, a pesar de las dificultades.

Pues bien, en este sentido, tenemos una buena noticia: la resiliencia se puede aprender. No es una capacidad innata, heredada o con la que sólo algunos pocos “privilegiados” pueden contar de forma “natural”, sino que se puede entrenar, desarrollar o potenciar. ¿Cómo? A continuación te ofrecemos cinco grandes claves para conseguirlo:

1. Acepta que la vida es un continuo cambio. No todo en la vida es estable, sino que va cambiando. Lo que hoy es una certeza absoluta, mañana puede que no lo sea. Es ley de vida. Por tanto, no te aferres a algo, aprende que la incertidumbre forma parte de la vida y acéptala.

2. Descubre tus propios recursos personales de afrontamiento o fortalezas individuales. Reflexiona, a modo de pequeña introspección, sobre ti mismo/a, qué características personales posees que te pueden ayudar a superar las dificultades. ¿Eres una persona perseverante a pesar de los obstáculos en el camino? ¿Flexible, que es capaz de ver alternativas a una misma situación? Identifica y potencia estas fortalezas personales; confía en ti mismo/a, en tus fortalezas, en tu capacidad de superación y cambio. La autoestima es clave para afrontar y superar momentos difíciles.

3. Gestiona o regula eficazmente tus emociones. Es perfectamente normal sentir tristeza o rabia ante una situación difícil en un primer momento, pero no podemos “abandonarnos” y dejar que nos dominen durante mucho tiempo (o bien inhibiéndolas). Las personas resilientes cuentan con una adecuada inteligencia emocional: saben que es importante identificar sus propias emociones, entenderlas, pero también gestionarlas o regularlas de forma eficaz si se convierten en desadaptativas (si son muy frecuentes, intensas y duraderas).

4. Sé flexible y creativo. Relativiza y construye un nuevo significado o interpretación de la situación. No te quedes estancado en lo difícil o duro que es este momento, intenta reinterpretar las situaciones viéndolas con perspectiva, generando diferentes soluciones posibles a un mismo problema (esto es, desarrollando tu capacidad de solución de problemas) y buscando el aprendizaje que se puede extraer de ellas.

5. Busca apoyo social. Potenciar y fortalecer las relaciones personales con los demás es un factor clave de protección ante las dificultades. Las personas resilientes confían en las personas significativas que están a su lado, aceptan su ayuda y apoyo. Una situación difícil es menos difícil si es compartida, pues permite desahogarse, compartir preocupaciones, sentirse entendido, ver el problema con perspectiva y darse cuenta de otras alternativas posibles de solución que por uno mismo quizá no hubiésemos podido ver.

En definitiva, una persona resiliente no nace, se hace. No es una tarea fácil, es un camino que requiere tiempo y esfuerzo pero que, sin duda, merece la pena. Y bien, ¿entrenamos nuestra capacidad de resiliencia?

 

 

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