La claustrofobia es un trastorno de ansiedad en el cual se sufre un miedo a estar enclaustrado, es decir, una fobia a entrar o permanecer en un lugar cerrado del que la persona piensa que no va a poder salir, en el que piensa que no podrá moverse o respirar: un ascensor, un autobús, un avión, un túnel, una habitación cerrada, una sala de cine, de teatro… Pero este miedo incontrolable no se debe a las características del espacio en sí, sino a las emociones y pensamientos relacionados con consecuencias catastróficas que la persona experimenta en dichos ambientes y que derivan en una sintomatología física asociada a altos niveles de ansiedad.

Aproximadamente el 6% de la población mundial sufre claustrofobia. En algunas ocasiones su aparición se debe a la vivencia de una experiencia poco agradable en un espacio pequeño u oscuro (haberse quedado encerrado en el ascensor, o en un aseo donde no se abre el pestillo de la puerta, por ejemplo), lo que hace que al entrar en este tipo de lugares se rememoren las mismas sensaciones que se experimentaron en su momento. Otras vivencias pueden ser un secuestro o un castigo reiterado en un cuarto oscuro, suficientes para generar una relación de miedo con los espacios cerrados.

Sin embargo, hay personas que sufren claustrofobia sin haber vivido personalmente este tipo de episodios desasosegantes. En algunos individuos basta con el visionado de una película donde aparezca un encierro o situación claustrofóbica que generen una gran sensación de inquietud, o incluso escuchar el caso de alguien cercano a quien le haya ocurrido.

También es un trastorno común en personas con un alto locus de control externo, convencidas de que las cosas ocurren como resultado del azar, el destino, la suerte, o el poder y decisiones de otros; y no un efecto de las propias acciones. Suelen estar atrapadas en un dilema moral, entre lo que desean y lo que deben hacer, lo que deriva en una vivencia de enclaustramiento.

Recientes investigaciones han comprobado cómo las personas que sufren claustrofobia muestran alteraciones cognitivas a la hora de calcular y valorar el espacio en el que se encuentran, percibiéndose todo más pequeño y estrecho de lo que realmente es, lo que explicaría por qué se produce esta vivencia incluso en lugares grandes como puede ser una sala de cine. Esta alteración de la percepción facilita que pueda presentarse la reacción exagerada de esta fobia en casi cualquier espacio.

Esta fobia específica suele tratarse con éxito, siempre que no esté relacionada con otros trastornos. El tratamiento más extendido es la desensibilización sistemática, que consiste en la exposición sistemática, gradual y controlada a la situación atemorizante. Este tratamiento puede basarse en la realidad virtual, sumergiendo a la persona en ambientes controlados creados específicamente para combatir estos miedos.

En un tratamiento de este tipo se tienen en cuenta tres claves fundamentales:

1. Ofrecimiento de información psicoeducativa para enfrentarse con éxito a los espacios pequeños y cerrados. Explicaciones acerca del proceso que ocurre en la mente y en el cuerpo, para comprender que se trata de un proceso normal de respuesta ante el miedo, lo cual ayuda a perder el temor a las sensaciones.

2. Aumento de la consciencia corporal: aprender a escuchar el propio cuerpo permite manejar adaptativamente la ansiedad que se produce en estas situaciones al exponerse a ellas de forma gradual en imaginación y en vivo. De esta forma se identifica el momento en el que comienzan los síntomas (sudoración, tensión, aumento de la frecuencia cardíaca, etc.), lo que permite contrarrestarlos con mayor eficacia.

3. Entrenamiento en técnicas dirigidas a mitigar estas sensaciones corporales, que surgen incluso antes de entrar en el espacio cerrado, como la respiración profunda diafragmática, la relajación o la visualización de imágenes positivas, tratando de conseguir volver a un nivel de tranquilidad a pesar de seguir en presencia de aquella situación temida.

Estas tres intervenciones abren un camino para explorar las emociones y pensamientos una vez que cambia la relación con el cuerpo y siempre irá de la mano del análisis y comprensión de las vivencias personales que han podido contribuir a la aparición y mantenimiento del trastorno.

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